Se abre el telón y aparece Gena Rowlands fumando 900 cigarrillos, bebiendo a morro, gesticulando hasta con los codos (literalmente) y creyendo que si ella no está en el centro, no hay nada, no hay obra, no hay vida. Su marido, como siempre, la dirige y deja que haga lo que le dé la gana, o la obliga a comportarse así, no sé, pero el efecto es el mismo: hartazgo. 'Noche de estreno' agota, cansa, aburre y exaspera. Son dos horas y media de copazos, gritos, desmelenes y tabaco que ya están superadísimos. Ahora mismo se estrena una película así, tan egocéntrica, tan ladrilla, y no la ve ni el hijo del que le dio a Gena Rowlands el Oso de Plata en Berlín por su gritona actuación. Y la cara dura de Almodóvar copiando la secuencia del atropello del comienzo, pues eso, lo de siempre.