¡Que maravilloso guión! ¡Que logrado montaje! ¡que magnífica dirección! ¡Que acertada interpretación! Eastwood, desde hace un tiempo, trata de dar visibilidad a héroes reales, a personas normales que han sido protagonistas de un hecho extraordinario. Tenemos a Richard Jewell, a los chicos del tren y a Sully. Este filme que tenemos entre manos tiene una narrativa fílmica insuperable. No se centra tanto en el hecho heroico - como dice el protagonista, fueron doscientos y pico segundos- sino en todo lo que rodea, digamos, al "post-partido". La investigación que pone en duda su actuación. El pasar de héroe a villano. O como debe defenderse en un juicio sin jueces y sin abogado, salvo él mismo y su experiencia. Y las dudas que le corroen ¿Hice bien? ¿Me precipité?

Todo en el filme es redondo. Eastwood no se centra únicamente en Sully, sino que da paso a todos los otros protagonistas de la historia: los miembros de la tripulación, los pasajeros, los equipos de rescate, control aéreo, los buzos...como dice el protagonista, no solo fue su pericia, sino que todos, absolutamente todos, fueron participes en que se produjera el milagro. Así los pasajeros no cayeron en el histerismo, las embarcaciones de rescate llegaron en 24 minutos, los hombres-rana recogieron a algún pasajero díscolo. La película es un nuevo homenaje de Eastwood a la gente corriente, capaz de hacer cosas maravillosas, como decía aquel anuncio de refresco.

Y yo añadiría a ese milagro a los participantes de este bello filme, como apéndice de la historia real, Y que decir tiene que Hanks lo borda. Como siempre.