La primera parte se centraba en los traumas infantiles que conducen a Myers a ser un psicópata de los pies a la cabeza, pero lo peor que tenía era que volvía a caer inevitablemente en la persecución y acuchillamiento de adolescentes hiper-hormonados, a pesar de todo es una buena película slasher.

Sin embargo, en esta entrega Rob Zombie libera su espíritu metal para hacer algo que a los más puristas y fanáticos de la saga no les gusta, pero que es justamente lo que uno espera al ver una película en la que dice en los créditos: "directed by Rob Zombie". Y es que "H2" está mucho más cerca de las dos primeras obras de Rob (dos joyas indiscutibles) que de su predecesora. Aquí ya está todo explicado, pues ya no hace falta justificar nada, Michael Myers asesina brutalmente a todo el que se le cruza por su camino, sin contemplaciones.

Otra singularidad es que no son todos los personajes muy buenos y hay uno muy malo que los quiere matar, sino que todos son ambiguos, tienen una cara buena y otra mala, aunque sigue habiendo uno más malo que los demás, a pesar de que se le intenta dar una dimensión más humana. Y como ejemplo el personaje de Malcolm McDowell, que se lucra a costa de la turbulenta historia de Myers.

Críticas hacia el espectáculo basado en el morbo, la telebasura, referencias musicales con pósters de Alice Cooper y esa escena que pone la piel de gallina en la que suena The Moody Blues (Nights in white satin) mientras el psicópata recorre el hospital y la caseta del guarda asesinando brutalmente a todo el que se interpone entre él y su hermana. Puede que la esté sobrevalorando un poco, pero ver a Myers haciendo picadillo el cráneo de un tipo a pisotones es justo lo que se espera de Rob Zombie. La parte negativa, las alucinaciones con Sheri Moon y el caballo blanco, y también el hecho de que Michael vuelque un coche con sus propias manos.