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España España · Puertollano
Voto de trillixos:
8
Bélico. Drama Autobiografía del marine SEAL Chris Kyle, un tejano que batió el récord de muertes como francotirador del ejército norteamericano. Kyle fue enviado a Irak con la misión de proteger a sus compañeros. Su puntería y precisión milimétrica salvó incontables vidas en el campo de batalla, por lo que se ganó el apodo de “Leyenda”, pero la noticia de sus hazañas llegó hasta las filas enemigas. Se puso precio a su cabeza y se convirtió en ... [+]
14 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En plena época de blockbusters y superhéroes como es este 2015 de secuelas y adaptaciones de comics, la fórmula de construir un relato heroico no es un secreto. Sin embargo, el veterano Eastwood ha encontrado la clave para edificar sobre esa base de metamorfosis heroica un relato novedoso y vibrante. Porque, digámoslo desde el principio: “El Francotirador” es, ante todo, una película de héroes (sin el “super” de poderes mágicos).
Todo futuro heroico que se precie empieza desde la niñez y, cuestiones ideológicas aparte (cordero, lobo o pastor), Chris Kyle tiene en sus manos desde pequeño la que será su fiel compañera de batalla. La figura del padre será otro de los materiales que conformarán el necesario background con el que el personaje irá a la guerra, gracias al cual podremos confiar en él. A diferencia de sus compañeros o de los iraquíes, sí sabemos con detalle la vida que hay detrás de las balas de nuestro francotirador.
Con un futuro aparentemente claro, nos encontramos a nuestro héroe desviado del camino, convertido en un cowboy sin demasiada trascendencia. En esas escenas, el público pedirá a gritos que coja un arma y haga lo que sabe/tiene que hacer. Su novia le engaña, tiene talento y lo está desperdiciando… en definitiva, sabemos que ese no es su lugar, que está destinado a algo más grande. Curioso el efecto que se origina en ese tramo de película y que, más fuertemente, se mantendrá hasta el final: el lugar de Kyle no está en EEUU, el hombre más patriótico que existe tiene que marcharse de su país. En este punto, el destino le llama: los horrores retransmitidos en la TV suponen la llamada del deber (el “sentido arácnido”, podríamos decir) del héroe. El director quiere resaltar este hecho, y lo logra con un pequeño movimiento que empleará con frecuencia en el film: contemplamos la figura del protagonista en un plano americano o ¾ para admirar su portentoso talante y, acto seguido, la cámara nos inmiscuye hasta lo más profundo de su rostro y, por ende, hasta lo más profundo de su alma, para que podamos percibir ese incipiente sentir del deber, ese crecimiento interno donde la ira se convierte en rabia, la rabia en deber, y el deber en poder. Este sería el momento en el que Clark Kent se descubre la “S” de su pecho, pero a Eastwood le basta con un plano detalle de los ojos de Bradley Cooper (esto se perfeccionará cuando el protagonista adquiere su máximo poder por la rabia de contemplar el horror del 11-S).
La personalidad del protagonista se va a ir moldeando desde el entrenamiento militar hasta el mismo momento en el que, en su primera incursión militar, pierde la virginidad en cuanto a matar se refiere. Público y protagonista irán asimilando sin esfuerzo la labor de Kyle. No es estar con su mujer. No es cuidar de sus hijos. No es, ni siquiera, sonreír. El hombre feliz que se va en el banquete no es el hombre fornido que vuelve. Como detalle, destacar la escasa cantidad de sonrisas que podemos vislumbrar en la cara de Bradley Cooper, y el claro incremento de su forma física. Pequeños detalles que, unidos a la enorme cantidad de tiempo dedicado a las incursiones, cambian de rumbo la película y nos sitúan ya al héroe en su campo de batalla.
En definitiva, se reduce su personalidad a ese único esquema. Como mencionaba antes, el background del personaje es importante, ya que el espectador pasa a formar parte de él, hasta el punto de que cuando se encuentra en suelo estadounidense, parecen los minutos de relax y, al igual que el propio Chris, estamos deseando volver a la acción. Convierten esa guerra en la normalidad del film, cuando en realidad la verdadera identidad del protagonista la conforma su familia en EEUU. En Irak es el héroe que todos necesitan, pero al final acaba convirtiéndose en él mismo. Hasta el mismo vocabulario contribuye a esto: en ningún momento se menciona a los extranjeros como “iraquíes”. Siempre son “los malos” (por si no había quedado clara la figura heroica del francotirador). Hasta un archienemigo con el que se tiene a batir en una batalla final.
La psicología interna de este personaje erigido como sustento absoluto del film queda muy visible en esas escenas con la cámara colocada al lado de su mirilla. Siempre que él está oteando el territorio, el espectador está a su lado, comprendiéndole, observando el debate interno en su mente o, incluso, la ausencia de este a la hora de apretar el gatillo. Así le comprendemos, así nos identificamos con él, así le apoyamos. Tanto es así que más de uno se encontrará gritándole a la pantalla que apriete el gatillo de una vez.
“El Francotirador” es una película construida a imagen y semejanza de su personaje. Está basada de lleno en un libro escrito por su protagonista, por lo que la mirilla del espectador siempre está puesta sobre él o, mejor dicho, con él.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
trillixos
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