¿Qué te puedes esperar de un documental sobre un paupérrimo centro de acogida de enfermos mentales en plenas montañas búlgaras? Pues si esperas un dramón olvídala, ésta es una película llena de momentos alegres, tiernos, divertidos. El alma mater del centro, el psiquiatra Georgi, es un incansable emprendedor que intenta por todos los medios buscar una ocupación lucrativa a sus pacientes. Lo mejor de todo es la pasión que pone en todo lo que hace, su resistencia total al fracaso y la cara que pone cuando se le ocurre otra "idea genial". También los pacientes son geniales, pues no se explota su lado de víctimas, sino de tipos dignos y felices, que juegan a la pelota y disfrutan de una coca-cola, exactamente igual que cualquiera de nosotros. Así que el espectador no siente pena por ellos, sino admiración, con lo cual la posición del que observa no es de dominio, sino de acompañamiento. Merece la pena dedicarle un rato a este documental que te muestra que la dignidad, la alegría y las grandes ideas florecen en lugares sorprendentes.