Imagino que la gente que dice que "Alice in Borderland" es mejor que "El Juego del Calamar" es la que antes usaba una expresión tan manida y tópica como "me gustó más el libro". Básicamente porque en realidad no tienen mucho que ver más allá de poner a personajes anónimos a arriesgar su vida en diferentes pruebas físicas y de plantear una crítica social simplona pero efectista. Ambas son eso sí un entretenimiento excelente, pocos episodios que se ven de un tirón y que aunque no perdurarán mucho en la memoria, ofrecen buena evasión reforzada por el exotismo de los propios tropos de la cultura asiática.

Puedo llegar a entender no obstante el razonamiento detrás de las quince personas que vieron Alice in Borderland cuando se estrenó y que ahora reclaman un poco de atención porque una serie mejor se haya viralizado. La propuesta japonesa es más digerible partiendo de la base de que sigue la fórmula clásica del anime, el mismo sistema de lógica de pensamientos absurdos (deducciones nivel Death Note), efectismos a nivel de interpretación y puesta en escena, ritmo vertiginoso mediante música y triquiñuelas visuales y ese desarrollo episódico en el que no dejan de pasar cosas todo el rato hasta el punto de liquidar personajes únicamente para que no se le pueda criticar que "no pasa nada". Es una yinkana en la que sus participantes afrontan retos más agresivos que los de Squid Game y por tanto también más explícitos, con más vocación de entretenimiento que de reflexión.

Y no hay nada malo en ello, claro. Me he visto completa Alice in Borderland en dos tardes e incluso he aprovechado para ver su anime (que apenas consta de tres episodios) porque tenía curiosidad por el enfoque elegido en ese formato (es bastante malo, dicho sea de paso). Pero si "El Juego del Calamar" es mejor, se dice y no pasa nada. Al final el mayor problema de esta última ha sido su éxito, que la gente lo ve esperándose la mejor serie de la historia y no lo es: sólo es entretenimiento, muy bien facturado y con algún episodio especialmente lúcido. Pero es lo malo de los fenómenos virales, que se inflan y a veces se ven ya con desgana o esperando que nos cambien la vida. Cuando una meta igual de válida es que durante unas cuantas horas nos permitan olvidar nuestros problemas; y que no siempre se puede comer un bistec, a veces apetece un Big Mac. Eso es justo lo que ofrecen las dos, aunque en el caso del Calamar al menos lleva un extra de queso y el pan está recién hecho, no recalentado.