Y todo por un lío de faldas. Porque ese escritor era inocente, pero tenía una novia que era el capricho del ministro de turno. Y ahí empieza todo. Y nos encontramos con el agente Gerd Wiesler (un merecido óscar que no recibió Ulrich Mühe), como auténtico protagonista del lienzo. Se va naturalizando en plena investigación. Ese es el punto más increíble de la historia, pero que es el kit de la cuestión. Y es que, al final, da la impresión de que el capitán se enamora de la historia en sí. Es el primer sorprendido cuando, en un maravilloso final, es el encargado de interrogar a la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck), y esta le desvela la verdad. Se derrumba. Y todos las maldecimos. No podemos llegar a entenderla. Maldita profesión de actriz. Pero no. El final nos desvela con, otro suicidio más, ese amor tan doloroso que se vivía al otro lado del muro. Porque, cuando eres libre, son dos los que aman o desaman. Pero cuando eres preso de una dictadura, ni el amor es gratis.

Sin duda, el mejor momento es el giro que da la historia después del encuentro de Wiesler y Christa-Maria en el bar. Esa noche se amaron como nunca lo habían hecho. Ella dio un giro a su destino, por amor.