No voy a contar nada nuevo.
A los que nos ha gustado esta historia sabemos los motivos y, seguramente no difieren mucho unos de otros.
Primero que los valores que destaca la peli ( amistad, familia, compromiso...) me parecen mejor retratados que en muchas de las obras del amigo John Ford, que rara vez alcanza las intenciones de Howard Hugues. También habla del terrible paso a la madurez al que nos enfrentamos todos, y en el que muchos tropiezan, o tardan en admitir. Pero como digo, todo esto está dicho en otras críticas.
A pesar de mi juventud ( 32 Champions League ), trabajos como este despiertan en mi melancolía, tristeza y ternura, más propias de edades maduras, pero esto es trabajo para un psicoanalista, y a mi no me gusta revolver mierda.
Mencionar la sobresaliente personalidad y sensualidad del personaje de Natalie Portman, así como la incipiente belleza, que despierta fantasías de lo más Polanskianas, de la propia actriz. Qué estupenda está, tan joven, tan bella, tan despierta, tan eclipsante. Sucede lo mismo con Uma, que está especialmente radiante. Gloriosa momento el que comparte con T. Hutton, qué grande es el cine, qué bien nos llega hablándonos tan sólo de nuestras propias experiencias, sin necesidad de ordenadores, ni excesivas combinaciones de realidad-ficción, ni cansinos e incoherentes giros de guión... La peli en sí, y esta escena en concreto, me han hecho evocar algun que otro recuerdo adolescente, incapaz de comprender por aquel entonces los entresijos de las mentes ( la mia propia y la de ellas en general ), la vorágine de emociones pubertinas, tantas noches en vela... y tantas otras en vela también.
Con esto he terminado, quería dejar mi granito de arena en esta peli, que supuso para mi seguir alimentando la esperanza de que hay otro cine, siguiendo el camino que me habían mostrado otras como Grand Cannyon.