Haciendo honor al título de la película, Stagliano actúa como si fuese un virtuoso rodando una película cada diez años, tiempo más que suficiente para cuidar los detalles de su siguiente proyecto al máximo. Y siguiendo al pie de la letra el guion de Wolf, no falla en ofrecer todo lo que se espera a un thriller decente.

Sin embargo, su defecto es precisamente ese: cumplir las reglas del género sin arriesgar es algo al alcance de cualquiera, pero intentar algo nuevo, aun a riesgo de no convencer, es lo que diferencia una película del montón de otra que permanece en el recuerdo. El director se queda con la primera opción, no vaya a ser que el montante expuesto como productor no tenga el rédito esperado.

Tener a Hopkins en la penumbra de una pequeña habitación debería estar prohibido. La película desaprovecha la oportunidad de tenerle en pantalla ofreciéndole un papel secundario discreto y reservado. Escuchando su discurso inicial, deja al espectador con ganas de más, aun intuyendo su poca presencia, que no importancia, en la trama. El resto del reparto aporta lo necesario para que sus personajes resulten verosímiles, a pesar del poco desarrollo que tienen en general.

“El virtuoso” tiene bazas suficientes para mantener el interés del espectador: muy poca información sobre lo que está pasando, una localización pequeña en la que el espectador controla lo que ocurre, una voz en off propia de una entrega de Max Payne… Forman un buen punto de partida que se ve enturbiado por la ausencia de desarrollo de personajes o la necesidad de ofrecer un giro de guion bastante esperado para cerrar la trama. Virtudes y defectos que la convierten en un thriller más, y que con una mejor dirección, y con algo de riesgo, hubieran convertido a “El virtuoso” en un interesante thriller de acción.