Nadie duda de que Gus Van Sant ha hecho películas interesantes pero bajo el prisma de independencia y profundidad de los temas tratados, se esconde, al menos, en esta película, una falta de valores cinematográficos clarísimos.
No solamente por el tratamiento superficial del mundo de los skaters sino, y sobre todo, por una simplificación del mundo interior de Alex. Bajo un halo de cerrazón frente a la sociedad, de interiorización del acontecimietno que se detalla en la trama, se esconde una vaciedad de contenido personal y sentimental de este adolescente perdido, o eso creemos, dentro de su mundo adolescente del instituto. Hasta el punto de que, en algunos momentos, de la película, parece que Álex está soñando lo que realmente ha ocurrido.
Floja presentación de un tema de arrepentiemiento y remordimiento, Van Sant desaprovecha una ocasión única para meterse en la piel de este adolescente que no tiene muy claro para donde tirar después de una de tantas noches de juerga que acaba con su vida adolescente.