Testigo de cargo de Billy Wilder, es un drama de intriga judicial basado en una obra de teatro de Agatha Christie. Dirigida con un ritmo majestuoso, a su modo personal y único de hacer cine, consigue realizar una obra asombrosa y extraordinaria, gracias a su mano experta y sublime, hilando uno de los mejores trabajos de la historia del séptimo arte.
Lo mejor por encima de todo, son las actuaciones que son soberbias y sobresalientes, con un increíble y genuino Charles Laughton, totalmente radiante e inmenso en su papel, un versátil y persuasivo Tyrone Power, con personalidad y acierto Marlene Dietrich en uno de sus mejores papeles, y expresiva y brillante en su acompañamiento del protagonista Elsa Lanchester. Interpretaciones con unos diálogos ingeniosos y ocurrentes, con tono sarcástico y mordaz, dejando patente las personalidades de los protagonistas de modo sutil y efectivo.
El guión, escrito por el mismo Wilder y basado en una obra de teatro, es interesante y absorbente, con un argumento sustancioso y provocador para el público, que asiste inquietante a su visionado, sin saber que dentro de él hay algo insidioso que no sabrá con certeza hasta el final, cuando quede sorprendido y maravillado con el resultado de la trama. La cual, está narrada de forma clásica y equilibrada, impecable y perfecta en su definición.
Para finalizar, destacar los vestuarios y decorados elegantes y distinguidos, trabajados al detalle para cuadrar con el momento y situación, la fotografía que está cuidada y es evocadora y sugestiva, y el montaje lineal con algún flash-back del cual no sobra ni un segundo de una cinta perfecta en cuanto a duración se refiere.
Por lo que, en líneas generales, la considero una obra imprescindible e imperecedera, excelente y portentosa en todos los sentidos entre los que destacan las actuaciones, la dirección, la trama, y por supuesto un final impoluto de los que hacen historia. Magistral y cautivadora para todos los públicos, además de una obra de arte inconmensurable.