El ejercito de clones y delirios de anteriores entregadas quedan explotados en una inicio que trata de ser de los más demoledores posibles dentro de la franquicia y género actual. Aires de reboot y designios de prerrogativa perpetua. “Resident Evil: Ultratumba” nos propone un vídeo-diario en 3D como si de un post de “Mad Max” con zombis víricos se sumergieran en una simbiosis de “Naufrago” con el propio Virus T. Que nadie se engañe: Paul W.S. Anderson deja de explorar la soledad de una nuevamente humanizada Alice para adentrarse rápidamente en la acción desmedida.

Nuevos destinos en la carta de rumbo y aterrizaje forzoso para el 3D. Acoso por la vía de “Amanecer de los muertos” y cámara lenta matrixiosa para la acción. El género actual se basa en homenaje a tiempos pasados y siempre mejores: desde el Carpetener de “La cosa” a “Matrix” de los Wachowski el borrado de memoria intenta ser constante mediante una mirada cenital desde satélite. Encierro en prisión y juego psicológico que insta e invoca a los espíritus romerianos mejor llevados a la actualidad por Zack Snyder en la revisión del creador de “La noche de los muertos vivientes”.

La saga funciona como capítulos cinematográficos y esta vez ‘Silent Hill’ y el formato videojuego hace seguir las pautas visibles y más vistosas. Como un slasher sincronizado en “Resident Evil: Ultratumba” todo está abocado a que los protagonistas lleguen a un final de fase que se antoja eterno. Insert coins o muere parece el nuevo lema de una película que supera a sus dos últimas antecesoras pero queda demasiado lejos de ese primer zarpazo de 2002.