De alguna forma, en los nacidos o criados en los años 80, esta película, la hipótesis que plantea, o el personaje de Matthew Broderick ha quedado un poco en el imaginario colectivo popular. Quien no soñaba, en aquellos años, con manejar con maestría esa cosa tan misteriosa por entonces que era el ordenador (mientras jugábamos a los marcianitos con aquellos antidiluvianos Amstrad CPC 6128 o Spectrum Sinclair), usarlo para cambiar con el las notas de clase, poder hablar desde una cabina telefónica con una chapa de coca-cola de las antiguas (Juro que intente hacer lo mismo de crío), acceder a la NASA para ponerlo todo patas arriba, huir de la policía mientras investigaba un misterio, y de paso llevarse a la chica, mientras te echabas una partidita en los recreativos del barrio.

Tal vez mi nota esta un poco inflada por el efecto nostalgia, pero objetivamente me sigue pareciendo una película cojonuda.