Como todos años, acudí al festival de cine de Sitges sin esperarme grandes producciones aunque sí grandes dosis de humor, terror y gore, y aunque Frozen no posea en grandes dosis estas tres características, sí es capaz con unos recursos bastante limitados, enganchar de principio a fin.
Frozen nos pone en escena a tres amigos que tras convencer al operario de que les deje montar por última vez en el telesilla antes de caer la noche, se quedan abandonados por negligencia de éste.
Llegados a este punto uno piensa, bueno, pues que esperen a la mañana siguiente y se junten lo más que puedan para darse calor, pero no, esa noche se avecina una tormenta y para colmo las instalaciones no las abren al día siguiente, entonces solo quedan dos caminos, o morir congelados o salir de ahí.
Todo lo que se te pasa por la cabeza se les ocurre a nuestros protagonistas, pero posiblemente no anticipes todas las consecuencias. No quiero decir con esto que sea una película imprevisible, pero sí es bastante irónica, original y por qué no, cruel.
He visto otras críticas y estoy en completo desacuerdo, particularmente la veo una propuesta original que te mantendrá toda la cinta en tensión. Es cierto que algunas cosas las deberían haber limado más, en algunas escenas tendrían que haber aprovechado más el filón del drama y dejar el humor negro a un lado, aunque tal vez esto la hace diferente, en cualquier caso yo salí del cine con muy buen sabor de boca y espero que no pase desapercibida.