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España España · Madrid
Voto de Ziran:
9
Drama Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
20 de septiembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acaba la película, y me pregunto como puede ser que el cine haya logrado pillarme desprevenido, otra vez.

Tras media hora estoy algo decepcionado. No encuentro la obra maestra de Truffaut, los diálogos que mantienen los personajes (sobre todo Doinel y René), me parecen forzados y faltos del calor de la verdadera comunicación, la trama se me hace vacía y carece de contenido, ni busco ni empatizo con los personajes. Siendo un neófito en los clásicos del cine francés, me pregunto si quizás no estoy siendo capaz de entender toda la obra, quizás pertenezco a otra generación mas sencilla.

En algún momento las cosas empiezan a cambiar. Los cuatrocientos golpes se me aparece como una película que no enmascara detrás de falsas pretensiones. No hay nada detrás de los sucesos que se desarrollan plácidamente, los golpes se suceden uno a uno, haciendo mella poco a poco, y ves un carácter a medio camino entre la infancia y la adultez balanceándose peligrosamente sobre tablones resbaladizos. Y te entristece pensar en el pobre Doinel, privado del único amor no egoísta que hay en el mundo, el amor de una madre.

Es la primera crítica que hago, me permito dar una visión sentimentalista y subjetiva, los aspectos técnicos se los dejo a otros.

Después de noventa minutos no puedo si no encontrar los ecos de mi yo interior en el núcleo no tan duro de mi no tan infancia, y es que Doinel representa también un estado vital que muchos, en la sociedad occidental, hemos experimentado en algún momento. Un niño que gritaba, que grita, con esas ansias por ver el mar, gigante desconocido, la eternidad que esconde todas las respuestas. Y me veo a mi mismo corriendo sin mirar atrás, en busca del mar. No mires atrás Doinel.

Acaba la película, y me pregunto, como puede ser que haya viajado tanto en tan poco tiempo.
Ziran
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