La teatralidad al modo rococó. Una puesta en escena y una ambientación que condicionan la historia de por si ya épica y con múltiples aristas. El director arriesga en lo estético, y algo quemado se queda... La teatralidad rige la escena y la estética, los espacios y los tempos se entrelazan entre los distintos planos de interpretación. A veces la altura, otras el escenario y al final los exteriores. Los juegos de cámara sirven a la narración, sus contínuos movimientos juegan para así poder darle velocidad a la trama, pero su exceso es directamente proporcional a los juegos de alturas, con su consiguiente caída al vacío. Podría obedecer a intenciones del guión, pero no ayuda al desarrollo de los personajes. Si, una de las patas cojas de esta mesa es la poca evolución de los personajes, que se van diluyendo entre juegos de espejos, velocidad de planos y satén y tules... Al final sus contínuas subidas y bajadas a la moralidad y la inmoralidad pasan factura al tema central: al amor y su crítica a las reglas establecidas.
Keira prometía, el personaje le venía al dedo, pero se desvanece como saliva en la arena... La estética musical que predomina no ayuda a ambientar, y el vestuario, oscarizado, magistral... pero para la época actual...