Lo agradable del guion es la elección del multiperspectivismo del tema o de las situaciones. Lo acertado es que el director es capaz de hacer visualizar todas las aristas de una circunstancia adversa. Con toques edulcorados por momentos, pero sin dramatizar el conjunto de la cinta, vemos la vehemencia y la amplia variedad de los 'modus operandi' de los protagonistas. Cada uno explica su realidad, pero siempre tamizada por el hilo conductor. Cubierto por esa coyuntura vemos unas magníficas expresiones de realidades que explotan el sentimiento de forma sublime, pero sin daños colaterales. Intencionadamente nos introduce Stephen Chbosky en el mundo del protagonista, con sus luces y sus sombras, para hacer entender las verdades y los miedos que con el ejemplo nos da la distancia suficiente como para entender qué es lo que el espectador ha vivido. El juego del tiempo en el guion también logra que bañe de forma limpia y cáustica la eventualidad del momento vivido, todo se tamiza, todo se aclara, pero siempre con sus altibajos emocionales.