Lo primero que hay que decir es que el Cine de Woody Allen no admite término medio; es tan personal que, o te gusta o no te gusta.
La producción es exquisita, un derroche de elegancia, de imaginación y sobre todo de color. Hay veces que parece que estamos contemplando un hermoso cuadro.
La dirección es la típica y nada vulgar visión del Cine que tiene Woody Allen. Un lenguaje visual atractivo y original, magnífico en algunas escenas, con una paleta de colores explosiva, un montaje aparentemente caótico, una intensa dirección de actores y, especialmente, una música tan emocionalmente intensa que por seguir escuchándola y sintiéndola te quedas hasta el final de los títulos.
La historia es casi lo de siempre. Y digo lo de siempre en el sentido de los temas usuales en Woody Allen, especialmente el asunto Judio, pero en este caso es algo diferente y está elaborada como una cebolla, a base de capas que se van superponiendo sobre el tema principal: un maravilloso amor imposible; resultado de una decisión desafortunada.
Alrededor de este amor imposible va montando una serie de situaciones anecdóticas, de típicos gags, algunos realmente tontos y fuera de lugar, críticos con la familia, la politica, la industria cinematográfica, la religión, el matrimonio, la fidelidad, la mafia, etc.; para concluir con un doloroso y precioso final.
Con respecto a los protagonsitas las interpretaciones son la típicas en Woody Allen, atropelladas y balbuceantes; excepto la de la protagonista, Kristen Stewart; que es conmovedora, especialmente al final en el que brilla con luz propia.
Resumiendo: absolutamente recomendable.