Un metraje excesivo que, sin embargo, no es utilizado por el director para contar la historia con el ritmo adecuado. Con toda probabilidad el culpable es el guión, que, o bien, no ha sabido reflejar la novela de Jason Matthews, o bien, se ha plegado al servicio de Jennifer Lawrence.
El motivo del "fichaje" para el cuerpo de élite del espionaje ruso, siendo el desencadenante de la historia, es contado de forma apresurada, como un trámite que hay que pasar para llegar a lo que supuestamente justifica la película: la exhibición de JL, tanto física, como actoral.
Cuando llegan las escenas de desnudos (publicitados hasta la saciedad por el marketing de la productora) se quedan en poca cosa para el gusto europeo y para lo que requería el tema de la película, una brigada de agentes secretos de buen ver que utilizan sus habilidades físicas y sicológicas para lograr sus propósitos.
El proceso de entrenamiento es narrado de forma un tanto histérica y ba saltos y hace que nos acordemos de otros entrenamientos bastante mejores en el terreno de la humillación (La chaqueta metálica, El sargento de hierro,...).
Respecto al casting, tanto Jeremy Irons como Charlotte Rampling parece que se aburren en papeles que no aprovechan sus excepcionales cualidades interpretativas.
En la parte positiva, una buena factura y buena fotografía en tonos apagados, como corresponde a espías rusos.