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España España · Granada
Voto de Kikivall:
9
Drama Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única ... [+]
24 de marzo de 2019
26 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película realmente de dolor y gloria con pinceladas claramente autobiográficas de su director. Es una cinta que habrá de gustar al buen cinéfilo y que agradará a toda persona aficionada al cine bueno, al cine movido por un mecanismo narrativo perfecto y una historia intensa, con una carga emocional penetrante pero controlada, algo diferente al cine almodovariano, dado en otras cintas al exceso o la batahola.

Se cuentan en la película una serie de encuentros y reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine entrado en años y aquejado por diversas enfermedades del cuerpo y del alma. Muchos de estos encuentros son recordados y recreados en diferentes escenas que hacen al conjunto del film. Sobre todo la etapa infantil, su primer shock sexual infantil; el reencuentro con su amor de juventud en el Madrid de “la movida”, la ruptura y la escritura como forma de exorcizar sus fracasos amorosos.

Grande la dirección de un Amodóvar de madurez con un excelente guión de él mismo que acierta a hilvanar con gran verismo y estilo propio, vicisitudes diversas, atrás y adelante en el tiempo, con evidentes signos autobiográficos, siempre desde la soledad y la angustia de saberse solo, para decirnos a todos los espectadores que eso es lo que hay tras el muro del éxito. Solamente un artista de envergadura y con la experiencia y sabiduría que dan los años podría hacer tan dura y desolada confesión. El manchego se muestra al desnudo, tal cual es, sin exhibicionismo, manierismos, ni alharacas. De manera sencilla, que es la más difícil de todas las formas de expresarse.

Sobresale en el reparto un gran trabajo de Antonio Banderas que está más que bien en su cometido de alter ego del propio Almodóvar. Acompañan en roles principales grandes actores y actrices como Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano o Nora Navas. También aportan su buen hacer con gran nivel otros actores de reparto que saben brillar en la película.

Estamos ante una de esas películas con un guión elaborado, cromatismo inequívoco con colores y tonos fuertes y llamativos en la ambientación, ambientación que estimula los sentidos del espectador que vive una historia dentro de un carrusel de colores e incluso de Power Point.

Almodóvar, probablemente un hombre dolorido como el protagonista Salvador, busca el bálsamo a su sufrimiento recurriendo a la memoria, a la evocación de episodios, algunos pretéritos, otros más recientes, que tanto curan como escuecen. De resultas de este ardid, la conclusión es una cinta lúcida y doliente, una obra de madurez que destila cierto aire onírico donde el tiempo se desvanece de cuando en vez para aflorar de nuevo por otro meandro de nostalgia, siempre lastimando, a veces quebrando el relato para retomar al hilo de la historia sin aparente tensión ni exceso de drama; y rondando, un poliédrico juego de espejos que nos conduce al intrincado mundo de la creación como nódulo en el que confluyen el sufrimiento y la redención al límite de un artista que se inventa en cada película que hace. Este film es una obra con enjundia, propio de un artista experimentado y ya con cierta edad. Pensemos que Almodovar siente su vida actual, como él mismo ha explicado, como un encadenamiento de privaciones que intenta encontrar en su obra consuelo: “Fabular se antoja en el ideario de Almodóvar una forma bastarda, tal vez imposible, de modificar o mejorar la realidad” (Martínez).

Película de un Almodóvar en la cima crepuscular de su carrera, capaz de convertir un monólogo en diálogo con el espectador. Almodóvar tumbado en el diván dando cuenta de su legado, compartiendo vivencias, bajones de ánimo y mucha vida vivida intensamente, la misma intensidad que ahora deviene dolor a todo nivel. Pero es como si esta película casi perfecta sirviera a modo de balsa de salvación para no colapsar prisionero de los fantasmas. Además, este ir y venir en el tiempo, este flujo y reflujo de planos temporales están expuestos con una genial armonía interna.

En resolución, una obra de altura. Quien la vea observará que hay en ella el reflejo de un testimonio personal de calado, un Almodóvar abierto ante el espejo de la pantalla, tanto en el plano personal como artístico: impulsos, fracasos, logros, desengaños, penares y alegrías. Y para que esta sustancia testimonial se dé en todo su esplendor, Almodóvar hace gala de un depurado estilo y una elegancia formal de excelencia donde traza una vía regia para que lo podamos conocer mejor.
Kikivall
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