Me escuecen porque no he pestañeado en no sé cuánto tiempo. Cuarón, ¡qué grande eres, güey!

Ese largísimo plano secuencia, hacia el final de la película, en el que la cámara sigue a Clive Owen a través de las ruinas, entre disparos, estallidos y gente escondida. Le sigue mientras corre, cuando entra en un edificio, sube las escaleras con él, busca entre la gente con él… y la luz, pese a cambiar de exterior a interior, sigue siendo perfecta, todo lo que entra en plano se ve nítidamente y eso que en los edificios en ruina no hay luz artificial, sólo la natural que entra por las ventanas, y aunque termine encontrando lo que busca justamente debajo de una de esas ventanas, no se produce un molesto contraluz… Joder ¡qué secuencia! ¡Qué gozo! ¡Qué orgasmo! Los que no le habéis puesto más nota a la peli ¿dónde estabais mirando en ese momento? No me lo explico. Os recomiendo que la veáis otra vez.

El resto de la peli también es cojonudo. ¡Qué manera de rodar, Cuarón! La secuencia de la emboscada cuando van en coche también es espléndida. El realizador demuestra que no está dispuesto a andarse con chorradas. Toda la peli es espléndida.

Ese momento en que la guerra se para, por un instante, para dejar paso a la vida. Los soldados de rodillas, alguno santiguándose… La carne de galiña se me puso.

No soy yo muy amante del cine agorero éste del Apocalipsis, precisamente. Pero éste argumento me parece francamente interesante. Fascinante. Y aunque esté basado en una novela que desconozco, el guión, por sí mismo, me parece magnífico. ¡Qué sobriedad! ¡Cuánta inteligencia! ¿Qué demasiao!

Carismático Michael Caine, breve pero intensa Julianne Moore y tremendo Clive Owen –si es que es tremendo, este hombre-