En la Francia prerrevolucionaria, y al calor de los ideales de igualdad, libertad y fraternidad tiene lugar este relato con ribetes novelescos. El noble De Mayne, según todos el espadachín más virtuoso del Francia, mata a un revolucionario, lo cual le granjea la enemistad del personaje encarnado por Stewart Granger, quien se la tiene jurada. También éste es objeto de persecuciones por parte de aquél aristócrata pero, ciertamente, sus dotes esgrimísticas son apenas un esbozo de lo que es alguien que domina el arte. Su propósito vindicativo requerirá, entonces, en obtener una pericia en el uso de la espada. Entretanto, hay la aparición de una aristócrata y una joven actriz que disputan sus atenciones. Sobre estos ejes y otros detalles que no corresponde comentar aquí y que son importantes y se conocerán recién sobre las postrimerías del film se monta el guión que sin dudas tiene su interés, lo mismo que algunas escenas intensas que registra. De todos modos y en conjunto, pese a sus logros y la buena presencia actoral de quienes encarnan los roles principales creo que es algo desmedida en su extensión lo que conspira en alguna medida contra su resultado, logrando en mi criterio un bueno discreto.