Película expresionista alemana (1920). El expresionismo artístico, en general -no me refiero especificamente al género cinematográfico- surge casi como una reacción a su opuesto, el impresionismo que intenta captar e inmortalizar lo que se presenta a los sentidos, a la percepción, en un momento determinado (de ahi los experimentos pictóricos de reflejar una catedral, por ejemplo, en distintos momentos del día, con casi frenéticas pinceladas). Tiene su partida de nacimiento en Alemania y recarga lo subjetivo, lo que no es una simple réplica de lo visible, sino de lo que transcurre "adentro" (en el alma?, malgrado de los materialistas), recalcando la expresividad, como lo sugiere su mote (sin intenciones peyorativas). En el caso estricto del cine, se acopla perfectamente esta tendencia con un arte silente, por razones innecesarias de explicar. La filmación es algo despareja, muestra el problema de la mujer homicida que usa sus encantos con propósitos destructivos, por ejemplo, exigiendo pruebas de amor irrazonables (de ahí los apodos de "bruja" que en algún momento se esgrime vehementemente). Los decorados son llamativos y resultan, si no me equivoco, un preludio de la psicodelia.