Nunca llegamos a salir de allí, del 1313 del Pájaro Burlón; y, a pesar de que no fueron muchos -a lo peor por los chismorreos- los que acudieron a vernos por aquella época, todos coincidían en lo mismo: jamás habían visto una casa como la nuestra. Algo, esto de lo de la casa, verdaderamente sorprendente, pues Lily se ocupaba de todo sin ayuda de nadie.
Sin embargo, no todo eran habladurías: puede que no faltasen los que acusaban a Herman de ser un cabeza buque, de llevar un peinado príncipe valiente. Puede que no faltasen los que huían de Eddie o del abuelo, ni los que nos tachaban de gorrones; pero, al fin y a la postre, nuestra familia, la familia Monster, seguía siendo una de las obras maestras de la Naturaleza. Incluso nos ganamos las simpatías de Leo Durocher, insigne entrenador de béisbol. O las de aquel grupo de música pop que hacía versiones de las canciones de Los Beatles y de cuyo nombre no puedo acordarme.

Maravillosa, divertida, educativa, agradable, inolvidable, primorosa, deslumbrante, extraordinaria e imponente, continúa LA FAMILIA MONSTER, después de varias décadas, dando color desde su formato en blanco y negro, impactando como impactaría un gigante de dos metros y medio en una tribu de liliputienses y demostrando, por supuesto, que, sin ninguna duda, fue, es y seguirá siendo una de las obras maestras de la Naturaleza.