Miras el cartel y la sinopsis y lo cierto es que lo tiene todo para resultar, al menos entretenida. Pero no, lo que tenemos por delante son dos horas de molestas tonterías que conforman una historia delirante, sin ningún atractivo, por mucha química que pueda haber entre los intérpretes. Pero no, todo es estridente, exagerado, muy forzado y los diálogos son sencillamente infumables, uno llega a pensar si se tratará de una broma o bien si son intencionadamente así de malos. Ella (Laura Dern, una habitual de Lynch) es directamente idiota. No recuerdo ni un solo ademán coherente por su parte en toda la película. Lynch quería un rol femenino de colegiala inmadura y visceral, presuponiendo que eso suscitaría morbo pero le sale un personaje pasadísimo, casi incluso desagradable por tonto y exagerado. Y eso que puede que tenga bastante paralelismo con el interpretado por Patricia Arquette en 'Amor a quemarropa' (1993), ingenuo y apasionado, pero en este caso sí que hablaríamos de una película mucho más entretenida. Y él (Cage) es un romántico moderno, pero tan impostado resulta su comportamiento y sus arrebatadas declaraciones de amor cada cinco minutos que es que no hay por donde cogerlo. En realidad parece idiota. Aparte de todo eso, está lo que podríamos denominar el 'toque Lynch', y claro, eso determina de manera categórica que la película no es normal. Aportaciones como la enfermiza demencia de la madre de Dern descrita con escenas casi surrealistas, un extraño montaje, detestable y repetitivo, con patrones y elementos presuntamente simbólicos así lo confirman. La ausencia de un guión y de episodios narrativos concretos también podría englobarse bajo el sello Lynch, que a tantos fascina pero a mí personalmente me repugna.