Que fuera un artículo de la Constitución. Al instante de nacer un varón se ha de tenerle ya apartada por decreto ley una mujer así de perfecta; tan guapa y risueña, que te gaste bromas incómodas pero que en realidad esté plagada de bondad e inocencia, que sea inteligente pero exenta de ambiciones, siendo al parecer la única el desvivirse por alegrarles la existencia a los más desfavorecidos, -una irrefutable muestra más de la infinita magnanimidad que alberga su corazón dorado,- y lo más importante, que te invite a comer siempre que te dejes la cartera en casa.

¿Quién no querría una mujer así? Mejor dicho, ¿acaso hay algún sujeto en el Universo que no merezca una Mary en su vida? Desde luego, que injusta es la vida. De ser así habría más felicidad en el mundo. Habría menos mentira y menos crueldad. De esa forma, todos nosotros, los miserables, los desgraciados, los borrachos, los feos, los pobres, los vagos, los maleantes, no tendríamos que estar sacandonos los ojos los unos a los otros, ni matarnos a pajas para ir tranquilos a una cena, así como tampoco acostarnos con sus madres con tal de conseguir estar un poco más cerca de nuestra Mary particular.