El desenlace. Original y rebuscado, sí, pero no me dejó petrificado (cosa que sí lograron los tres primeros episodios, por ejemplo, con ciertas imágenes espeluznantes y un manejo de cámara en algunas escenas dignas de los mejores efectismos del cine de terror) como yo quisiera. ¿Por qué? Porque quizás es un cierre algo liviano para un caso tan oscuro y traído de pelos como este. Porque en realidad no hay nada que tener; más que nada no hay tiempo de pararse a mirar y a pensar acerca de la situación de angustia que viviría el pueblo con la circunstancia desvelada, ni ninguna suculenta reflexión acerca de la naturaleza de la criminalidad, del mal, sobre la que poder especular por ejemplo en esta crítica. Un descuido de tres tristes paletos por un lado (que al final resultase eso la causa de la macabra atrocidad, bueno, que no impresiona del todo) y la continuación del legado por otro, que ni siente ni padece, bueno, sí, cuando le viene en gana y siempre a deshora, nunca en los momentos clave, cuando comete los crímenes y no entrando en juego tampoco el atenuante de la conciencia, relacionado con la psique del sudes, el elemento que a mi juicio mayor impacto produce en una ficción sobre asesinos en serie.