Cotten es un actor que siempre he admirado, al cual, siento que no le hace justicia su poca valoración por parte de las antiguas y nuevas generaciones de su gran talento. Tanto en papeles principales o de secundario, dejó siempre su impronta de calidad, y en éste, un personaje oscuro, parco, misterioso en ocasiones y con un final poco digno, deja claro que el peso casi total de la trama recae en sus hombros con total lucidez. Su compañera de situación es la dulce Teresa Wright, como sobrina admiradora total de su tío, idealizándolo de manera tal, que que lo hace eje se su vida familiar por encima de sus propios padres y que, a la larga, se convierte en su sinuosa cómplice por descubrir su verdadera personalidad delictiva para no herir los sentimientos de una madre y hermana ilusionada con la visita fraternal y expensas de volverse a la vez, Teresa o Charlie en la película, en posible víctima de la mente criminal de su pariente visitante. Todos esto, con la dirección de don Alfred y más la buena fama que le precede, hacen de la cinta, un título obligatorio para tratar de degustar. Sin embargo, para mí, algo falla. Y creo que es un argumento que resulta finalmente cojo y predecible, puntos en los que Hitchcock acá pecó y que en otra obras suyas cuidó como sello inigualable. La película tiene bondades indiscutibles, como la actuación de la pareja protagonista, la puesta en escena y fotografía limpia, eso sí sin ninguna duda. Pero el desarrollo del argumento, y ese final sin sorpresa, puntos indiscutibles que se revisan al ver un producto Hitchcock, me dejó cierto sabor a incredulidad, que hace valorar mejor por ejemplo a Vértigo, Sospecha, La ventana indiscreta, Los pájaros, Con la muerte en los talones o Psicosis, por poner algunos ejemplos de su extensa obra. De todos modos, con todo y sus errores, un mal Hitchcock, vale la pena disfrutarlo sin arrepentirse en el intento.