Muchos cineastas de hoy en día reconocen que sólo necesitan hacer una cámara para realizar una película. Y los resultados suelen ser desiguales, algunos hacen películas inteligentes con muy poco presupuesto y otros se las podían ahorrar. El caso de "Crespià" es del primer tipo, una película inteligente, a ratos desconcertante, que sabe mezclar con habilidad los diferentes elementos de su historia coral: toda la acción transcurre en el pueblo del título y en la película se mezclan los ancianos con los jóvenes, los arados con el rock'n'roll, el estilo rural con el vintage. Funciona además como una auténtica parodia del cine musical, con los personajes que sin venir a cuento comienzan a cantar y a bailar en un insólito canto a la vida. Igualmente, la película no puede evitar un cierto punto nostálgico al recordar las verbenas de pueblo y las andaduras de los grupos locales que tratan de salir adelante. Todo ello con un estilo verista, muy francés, unas veces más ligero que otra, pero sin duda estimulante y enriquecedor.