Resulta que filmes como "Slither" o "Serpientes en el avión" no habían sido casos aislados, fueron el prólogo de lo que se avecinaba: la resurrección de la serie B ochentera que mezclaba terror (gore, más que nada) y comedia. Y en Nueva Zelanda se supone que sabían de eso: ni más ni menos que Peter Jackson fue uno de los más importantes directores de ese terreno con su "Mal Gusto" y su "Braindead", a la que esta "Black Sheep" recuerda en bastantes momentos.

Lo primero es que la historia es tan interesante como un programa del corazón. Se puede prescindir de él, pues es una mera excusa para que unas ovejas empiecen a atacar a humanos. Punto. Y sin duda, la idea de ver gente indefensa ante unas ovejas que comen intestinos es totalmente descacharrante. Por lo tanto, el director, que no es un inepto, consigue crear una cachondísima obra de apenas hora y media en la que se recupera ese tufillo cutre y sobretodo, graciosísimo. No hay momento para el aburrimiento, sobretodo cuanto más avanza la trama.

Hay chistes de pedos, y consiguen que suelte una risa floja. Hay desmembramientos perpetrados por ovejas, y me descojono vivo. Hay mutaciones surrealistas, y lo flipo. Gran trabajo el de Weta Workshop. Estampidas ovejiles, ovejas en llamas, peleas con ovejas, ovejas que saltan y embisten... Vamos, ovejas que parecen sacadas de un "Worms". Y personajes que hacen su trabajo: correr y tratar de cargarse ovejas. ¿Qué más se puede pedir? Si disfrutaste con "Braindead", con esta también te lo pasarás teta.