Su primera teoría: el agujero negro es el principio del tiempo, lleva el tiempo hacia atrás hasta el origen del universo, de alguna forma explica la estructura de la película, con un simple y eficiente guión. Conforme avanza la enfermedad degenerativa, Stephen va a refutar su teoría con otro fundamento: el universo no tiene límite ni principio. Su expectativa de vida era de dos años, pero gracias a la entereza de Jane, sus límites son ampliamente superados. La religión le otorga a Jane una fuerza encomiable y, en ningún momento abandona a su marido. Le hacen una traqueotomía para seguir viviendo aun cuando no va a poder seguir hablando. Aparece Jonathan, un músico que dirige el coro de la iglesia. Éste va a ayudar a Stephen y permitir que Jane cuide a los hijos. La familia contrata a Elaine, profesora muy recomendada que le enseña a Stephen a comunicarse de nuevo, más adelante ayudado por un sistema que emula una voz computarizada. Luego de dominar los rudimentos del lenguaje, Hawking se propone escribir un libro que responda a las interrogantes de “quiénes somos” y “para qué estamos aquí”, con el objeto de conocer la mente de Dios. La ciencia y la religión van acercando sus respuestas y Stephen deja partir a Jane para que haga familia con Jonathan. Es una cinta de milagrosas coincidencias: si Jane hubiese sido una mujer escéptica, Stephen habría muerto muchos años antes y no habría aportado de manera determinante a la ciencia, aparte del hecho que Jane es una doctora en letras que posteriormente dará cuenta de esta hermosa historia. En una conferencia, Stephen Hawking expone que “el espíritu humano no debe tener límites… todos somos diferentes… siempre habrá algo que cada persona pueda emprender con éxito…” Empiezan a retroceder las imágenes en busca del origen del tiempo de Stephen, que dan cuenta de una vida extraordinaria acompañada de la bellísima partitura de Johann Johannsson.