El maestro Terence Fletcher deja el conservatorio porque "nunca tuvo a un Charlie Parker de alumno... pero sí que lo ha intentado". Nadie entiende su trabajo, sacar diamantes de la roca, para lo cual ejecuta una "absoluta tragedia". Charlie Parker se hizo quien fue gracias a un platillo que le arrojó Jo Jones, que casi lo decapitó. No lo hubiera sido sin práctica o con palabras condescendientes.

El alumno Andrew Neyman se gana el puesto ante otros tres buenos bateristas, el bus pincha un neumático y en la lucha por la perfección lo embiste un camión y llega sangrando a una competición. "Prefiero morir drogado a los 34 años (como Charlie Parker) que a los 90 sin que hablen de mí en esta mesa", le dice a sus familiares en una cena familiar. Practica hasta que le sangran las manos y alivia el dolor en el hielo.

El maestro ya ha forzado el temple de otro alumno que ha llegado al suicidio, miente a sus alumnos acerca de su muerte, pero en realidad siente el resultado de su búsqueda de la perfección. Es un extremista sin vida fuera de la música, y fuerza hasta lo incomprensible a sus discípulos. Dos de sus bateristas lo abandonan y queda su alumno más joven (19 años). Lo quiebra en un show de jazz en el Carnegie Hall, pero Andrew lo desafía: "Yo te marco el tiempo", le dice, e interpreta un asfixiante Caravan para contrariar al maestro. Toca sin sonido, en cámara lenta hasta que aparece ese Charlie Parker en búsqueda de la perfección.