Pero... en el fondo todos somos hermanos y si miramos en nuestro interior, seguro que nos vamos a querer como buenos cristianos. Conclusión tranquilizadora y fullera, desdiciéndose de lo planteado anteriormente para calmar la inquietud del sufrido espectador; primero lo has excitado e impactado y luego, cuando ya lo tenías asustado, escondido debajo de la butaca, le pasas la mano por encima y le dices, tranquilo, amigo, todo está controlado, el mundo, en verdad, es un buen lugar por el que merece la pena luchar. Solo se trataba de aprender la lección, de que los necios personajes descubriesen, a fuerza de golpes del destino, que es malo ser malo y que es mucho mejor ser bueno,donde va a parar, o dicho de otra manera, más retorcida y posmoderna, más encontradiza y casual, que todos somos malos y buenos a ratos, por lo que en realidad da todo un poco igual, nadie tiene demasiada culpa, nuestros pecados serán perdonados si somos capaces de ver la luz y amarnos los unos a los otros, perdonándonos recíprocamente en una corriente de solidaridad infinita y benéfica. Resumiendo: se parte del dolor y la ira para llegar a un relativismo esperanzador, a una lluvia de paz comprensiva y sanadora en la que nos bañamos y a través de la cual todas las diferencias que nos separan quedan como lo que son, disfraces del mal, falsas apariencias, es decir, una forma narrativa "moderna" para soltarnos otro sermón, el mismo de siempre, sin parangón, tahúr y cansino.
P.D. :
- Varias escenas podrían pasar directamente a los anales de la historia del cine como de las más grotescamente manipuladoras y tramposas. La de la "muerte" de la niña, la del accidente y la gasolina, la del director de televisión y su paso de calculador cobardón a kamikaze salvaje en apenas unas horas de quebranto, la liberación de los inmigrantes, el abrazo de la Bullock con la "mexicana"...
- Y si con la tragedia abrumadora a cada paso no es suficiente, a eso añádele sensiblería cutre y/o morbosa, la madre enferma, el padre... enfermo. Y, para colmo, un te quiero cada dos por tres, esa fórmula secreta que resuelve todos los problemas.