Media votos
4,3
Votos
2.797
Críticas
2.796
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
4
6,2
1.182
Serie de TV. Drama
Miniserie de TV de seis episodios. Federico García Lorca tenía 38 años cuando fue asesinado el 19 de agosto de 1936, un mes después de estallar la Guerra Civil. La serie pretende recrear con precisión la andadura maravillosa y terrible del poeta: desde el niño que oía cómo las hojas de los chopos mecidas por la brisa cantaban su nombre, al hombre que escucha aterrorizado cómo sus verdugos amartillan los fusiles que acabarán con su vida. (FILMAFFINITY) [+]
19 de agosto de 2021
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Tras los tres primeros capítulos salió esto, un 6 que le daba, la casa por la ventana, estaba buena, no entusiasmaba)
A la divina lumbre. Nada Algo Todo. Estafermo. Garabato de candil. Corremundos. Judío colorao. Endiablado y maravilloso.
Tan preciosa y correcta, bien hecha y cuidada, delicada y exquisita como superficial y roma, anquilosada, acartonada y bonita, Andalucía. Le falta dureza, peso, vuelo, riesgo, cuerpo, arrojo, le sobra hermosura y tiento, es mansa y bella.
Los sufrimientos solo llegan al final, como siempre lo más interesante de todo, el problema, el conflicto, el aguafuerte, la muerte, especialmente cuando se produce el cruce/choque de corrientes o de placas tectónicas artísticas entre el surrealismo pujante, la nueva ola, de Luisito Buñuel y Salvadorcito Dalí frente al andalucismo folclórico sublimado y cliché tan gitano y algo guardia civil de Federico, infantil, emasculado, asquerosamente ambivalente sexual, como él mismo dice rabiando/llorando, o su libro me parece, y parece a las personas que han salido un poco de Sevilla, muy malo; es una poesía que participa de lo fino y aproximadamente moderno que debe tener cualquier poesía de hoy para que guste a los Andrenios, a los Baezas y a los poetas maricones y cernudos de Sevilla, pero de ahí a tener nada que ver con los verdaderos, exquisitos y grandes poetas de hoy, existe un abismo, en palabras del cineasta aragonés; el resto del tiempo se pasa de chiripitifláutico y soleado, un regazo, no hay apenas crisis ni roce ni enojo, parecen todos ángeles del cielo, querubines rosados, ese repaso glorioso por tanta influencia poderosa, Galdós, siempre, Verlaine, el francés, Juan Ramón, Víctor Hugo, Rubén y Machado, y por tanto genio o simplemente estimado contemporáneo suyo, Alberti, Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Guillén, Salinas, la generación del 27 en bloque, Góngora mediante con sus soledades, sin olvidar la música de Falla, el toreo bueno de Sánchez Mejías, ese mecenas, junto a la Argentinita, por supuesto, o el Cante Jondo del Caracol de pequeño o el del Niño de Jerez nada menos, todo ese grande elenco.
Su morbosa vida sexual, de tanto que dio que hablar la pobre, queda en amores hetero platónicos de primeras, en sus años más mozos y ñoños, un tanteo/jugueteo con Dalí, ahí lo dejan, no se meten en camisa de once varas estos educados señores, y la aparición fugaz, artista invitado, del leve villano Emilio Aladrén, el mediocre escultor como posible aprovechado del nombre, fama y dineros del poeta granadino.
Causa un poco de risa al principio cuando Federico dice, era muy joven el chaval, ese eterno atenuante, qué el solo cree en el amor universal y la igualdad total, palabras que salen de la boca y las mientes de un señoritingo de aúpa o mucho cuidado, de padre y muy señor mío, criado/amamantado/rodeado de criadas pobres y analfabetas que por mucho que las quiera/celebre/homenajee/ensalce tanto como se merecen no dejan de ser al fin y al cabo sus sirvientas, las de la otra clase, la de más abajo casualmente, a la que pertenecen todas aquellas que no tocan el piano precisamente (ay, Bardem, mío hermano).
La fotografía es luminosa y la voz en off constante que a mí no me molesta ese goteo de noticias como contexto, Cuba, Marruecos, los obreros, sus huelgas, Marx, la primera gran guerra, la dictadura de Primo de Rivera.
Hasta la fecha, vive del padre, un privilegiado, juez nada menos, y ha estrenado por fin con relativo éxito Mariana Pineda y, sobre todo, publicado el Romancero gitano, esa alhaja tan sonora y visualmente bella, el arquetipo destilado, elevado a la categoría de arte, lo popular como fiesta trágica, la palabra como gema de oro, cercana, que restalla y destella.
La gozamos, esas de cómic viñetas, pese a su blandura aterciopelada, perfecta, extraña de tan hierática, parece un museo de cera. Veremos qué más pasa. Aquí lo contaremos con todo lujo de detalles, que para eso estamos.
Muchos actores están doblados y él da el pego, se parece un huevo, está perfecto. Buñuel se pasa de ridículo y Dalí ahí le anda.
(Después de los últimos tres, la cosa ya no va tan bien, hielo donde no se debe, como a De Niro en toro salvaje, ese gran ultraje)
En carne viva. Una tragedia española.
La trama discurría plácida y con algún salero, más o menos, felizmente, llevábamos cuatro horas de travesía aproximadamente triunfal/superficial, cuando de repente aparece la tan temida guerra civil que siempre llega puntual a la cita la muy puta, horriblemente, que sirve igual para un roto que para un descosido, ese esperpento tremebundo, y Bardem pone la cámara con inusitada sutileza en la cara de unos pobres niños, se supone que para enfatizar la barbarie, para que nos demos cuenta de ello, elefante en chatarrería, y todo se va al garete o al trasto, a la mierda seguramente, se tira por la borda.
A la divina lumbre. Nada Algo Todo. Estafermo. Garabato de candil. Corremundos. Judío colorao. Endiablado y maravilloso.
Tan preciosa y correcta, bien hecha y cuidada, delicada y exquisita como superficial y roma, anquilosada, acartonada y bonita, Andalucía. Le falta dureza, peso, vuelo, riesgo, cuerpo, arrojo, le sobra hermosura y tiento, es mansa y bella.
Los sufrimientos solo llegan al final, como siempre lo más interesante de todo, el problema, el conflicto, el aguafuerte, la muerte, especialmente cuando se produce el cruce/choque de corrientes o de placas tectónicas artísticas entre el surrealismo pujante, la nueva ola, de Luisito Buñuel y Salvadorcito Dalí frente al andalucismo folclórico sublimado y cliché tan gitano y algo guardia civil de Federico, infantil, emasculado, asquerosamente ambivalente sexual, como él mismo dice rabiando/llorando, o su libro me parece, y parece a las personas que han salido un poco de Sevilla, muy malo; es una poesía que participa de lo fino y aproximadamente moderno que debe tener cualquier poesía de hoy para que guste a los Andrenios, a los Baezas y a los poetas maricones y cernudos de Sevilla, pero de ahí a tener nada que ver con los verdaderos, exquisitos y grandes poetas de hoy, existe un abismo, en palabras del cineasta aragonés; el resto del tiempo se pasa de chiripitifláutico y soleado, un regazo, no hay apenas crisis ni roce ni enojo, parecen todos ángeles del cielo, querubines rosados, ese repaso glorioso por tanta influencia poderosa, Galdós, siempre, Verlaine, el francés, Juan Ramón, Víctor Hugo, Rubén y Machado, y por tanto genio o simplemente estimado contemporáneo suyo, Alberti, Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Guillén, Salinas, la generación del 27 en bloque, Góngora mediante con sus soledades, sin olvidar la música de Falla, el toreo bueno de Sánchez Mejías, ese mecenas, junto a la Argentinita, por supuesto, o el Cante Jondo del Caracol de pequeño o el del Niño de Jerez nada menos, todo ese grande elenco.
Su morbosa vida sexual, de tanto que dio que hablar la pobre, queda en amores hetero platónicos de primeras, en sus años más mozos y ñoños, un tanteo/jugueteo con Dalí, ahí lo dejan, no se meten en camisa de once varas estos educados señores, y la aparición fugaz, artista invitado, del leve villano Emilio Aladrén, el mediocre escultor como posible aprovechado del nombre, fama y dineros del poeta granadino.
Causa un poco de risa al principio cuando Federico dice, era muy joven el chaval, ese eterno atenuante, qué el solo cree en el amor universal y la igualdad total, palabras que salen de la boca y las mientes de un señoritingo de aúpa o mucho cuidado, de padre y muy señor mío, criado/amamantado/rodeado de criadas pobres y analfabetas que por mucho que las quiera/celebre/homenajee/ensalce tanto como se merecen no dejan de ser al fin y al cabo sus sirvientas, las de la otra clase, la de más abajo casualmente, a la que pertenecen todas aquellas que no tocan el piano precisamente (ay, Bardem, mío hermano).
La fotografía es luminosa y la voz en off constante que a mí no me molesta ese goteo de noticias como contexto, Cuba, Marruecos, los obreros, sus huelgas, Marx, la primera gran guerra, la dictadura de Primo de Rivera.
Hasta la fecha, vive del padre, un privilegiado, juez nada menos, y ha estrenado por fin con relativo éxito Mariana Pineda y, sobre todo, publicado el Romancero gitano, esa alhaja tan sonora y visualmente bella, el arquetipo destilado, elevado a la categoría de arte, lo popular como fiesta trágica, la palabra como gema de oro, cercana, que restalla y destella.
La gozamos, esas de cómic viñetas, pese a su blandura aterciopelada, perfecta, extraña de tan hierática, parece un museo de cera. Veremos qué más pasa. Aquí lo contaremos con todo lujo de detalles, que para eso estamos.
Muchos actores están doblados y él da el pego, se parece un huevo, está perfecto. Buñuel se pasa de ridículo y Dalí ahí le anda.
(Después de los últimos tres, la cosa ya no va tan bien, hielo donde no se debe, como a De Niro en toro salvaje, ese gran ultraje)
En carne viva. Una tragedia española.
La trama discurría plácida y con algún salero, más o menos, felizmente, llevábamos cuatro horas de travesía aproximadamente triunfal/superficial, cuando de repente aparece la tan temida guerra civil que siempre llega puntual a la cita la muy puta, horriblemente, que sirve igual para un roto que para un descosido, ese esperpento tremebundo, y Bardem pone la cámara con inusitada sutileza en la cara de unos pobres niños, se supone que para enfatizar la barbarie, para que nos demos cuenta de ello, elefante en chatarrería, y todo se va al garete o al trasto, a la mierda seguramente, se tira por la borda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Según aquí nos cuentan o muestran, lo mataron por Ramón Ruiz Alonso, un vendido obrero, y por el militarote Valdés, el gran Cervino como importante cenutrio lo hace, con Queipo de Llano al fondo, siempre, ese hombre, pero en realidad es por un quítame allá esas pajas, por nada, una opereta bufa, una cafrada absoluta, astracanada horrísona, disparate grotesco, no había matado una mosca en toda su corta vida, era muy inofensivo, un señorito, un poeta, poco más que todo eso, otras teorías, menos épicas o románticas, que no gustan tanto, en cambio, hablan o atribuyen el asesinato a sangre fría mucho más a causas/rencillas vecinales duramente arraigadas y luchas de intereses, supongamos que especialmente económicos, poco edificantes, enemigos cercanos que aprovecharon la ominosa circunstancia para vengarse o saldar cuentas con parece que sobre todo su padre, el origen de sus días, nudo gordiano, que a problemas políticos tan pistonudos, que también algo, pero mucho menos, pero bueno, quién sabe nada, a lo nuestro, esas dos últimas horas son excesivas, descompensan la obra, demasiado tiempo para contar una vez más/eternamente lo mismo, la vieja historia, con esa mirada partidaria, simplona, pobretona, histérica, obviamente sesgada, a las claras, muy caricaturesca, de malos y buenos.
Y a pesar de todo, tiene ciertos aciertos todo ese lastimoso trayecto, los hermanos Rosales tan chulazos intentado salvarle, el zagal final tan clerical que le confiesa, los banderilleros recios, Dióscoro el cojo lloroso, pero nada, se lo lleva todo por delante la refriega monstruosa, el aberrante matarile, esa barraca de feria, barahúnda absurda, la Granada espantosa de última hora.
La serie, ya lo dijimos más arriba, es tan guapa como inane, tan esmerada como exangüe, académicamente huera, de exposición, la cultura, todo, como una gigantesca y tenue alharaca sorda, sin sangre, no encarnada, no hay alma, es vaporosa, estática/extática, desfile de cadáveres, él casi parece un fantasma, un muerto viviente, antes de la verdadera parca, un aparecido, vestido de blanco como un lirio, un animador sociocultural, el alma de la más negra jarana, la España nuestra, un ser tan icónico que ha sido vaciado de arriba abajo, sepulcro blanqueado, arrasado, ya no es humano, y esa es su gracia, y, sobre todo, su gran, enorme desgracia.
Nota: El tal Ramón tan felón fue el padre de las maravillosas Emma Penella y Terele Pávez; encaje de bolillos, cruce de destinos.
También:
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
Y por supuesto: La vida no es buena, ni noble, ni sagrada.
Y a pesar de todo, tiene ciertos aciertos todo ese lastimoso trayecto, los hermanos Rosales tan chulazos intentado salvarle, el zagal final tan clerical que le confiesa, los banderilleros recios, Dióscoro el cojo lloroso, pero nada, se lo lleva todo por delante la refriega monstruosa, el aberrante matarile, esa barraca de feria, barahúnda absurda, la Granada espantosa de última hora.
La serie, ya lo dijimos más arriba, es tan guapa como inane, tan esmerada como exangüe, académicamente huera, de exposición, la cultura, todo, como una gigantesca y tenue alharaca sorda, sin sangre, no encarnada, no hay alma, es vaporosa, estática/extática, desfile de cadáveres, él casi parece un fantasma, un muerto viviente, antes de la verdadera parca, un aparecido, vestido de blanco como un lirio, un animador sociocultural, el alma de la más negra jarana, la España nuestra, un ser tan icónico que ha sido vaciado de arriba abajo, sepulcro blanqueado, arrasado, ya no es humano, y esa es su gracia, y, sobre todo, su gran, enorme desgracia.
Nota: El tal Ramón tan felón fue el padre de las maravillosas Emma Penella y Terele Pávez; encaje de bolillos, cruce de destinos.
También:
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
Y por supuesto: La vida no es buena, ni noble, ni sagrada.