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Voto de Ferdydurke:
5
7,4
1.681
Drama
"No desearás a la mujer de tu prójimo": La vida de Roman, un joven médico, se derrumba cuando descubre que es impotente... Noveno de los diez mediometrajes realizados para la televisión entre el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz, denominados genéricamente "Decálogo", e inspirados cada uno en uno de los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es eso, también es eso o es solo eso, sexo, efímero jadeo, la pareja, el amor, todo, el mundo entero, ese eterno forcejeo, a contrapelo. Poco más o menos. Veremos.
Esta es la más burda y gruesa hasta incluso ridícula de toda la serie, la más forzada tanto en su premisa como en su posterior desarrollo o en su chusco cierre, parece un chiste obsceno de un humorista macarra, vulgar a poco que lo forcemos, está a un paso de caer en un barranco repleto de ordinariez y zafiedad, a duras penas nos contenemos la risa con las pavoroso cómicas cuitas del ciclista impotente el pobre y no porque nos haga disfrutar la desgracia ajena, váyanse a la verga, maldita la gracia semejante tragedia venérea, faltaría más, claro que no, quiénes somos nosotros para portarnos tan mal, con tan escasa sensibilidad, sino por cómo está representado o contado el coso o asunto amatorio tan penoso, muy a la ligera y a la carrera, de forma un tanto grotesca. Y les perdonamos la vida porque en realidad es la misma historia o mirada de siempre, variaciones sobre el mismo tema, la vida te encierra y ciega, te mete en un agujero oscuro, como a un topo, en un callejón sin salida y todo se convierte en un jodido y tortuoso galimatías o lío, suma nefanda de malentendidos, tropiezos, tristezas, dolor, infamia, confusión y casualidades causales terribles, como si el universo de repente, tras una rápida y superficial deliberación, se hubiera conjurado contra ti a mala idea, perezosa y cruelmente, para divertirse un rato a tu costa y a tus espaldas, con tu constante sufrimiento, con tus espasmos y contorsiones, te conviertes ipso facto en el hazmerreír de los dioses, un bobo pasatiempo, en su putita barata o averiado juguete, en un desnortado estrambote, te retuerces, reptas, pides sopitas, ayuda, gritas socorro y no hay nadie al otro lado del aparato, solo silencio, escarnio, abandono, necedad, desafuero, descalzaperros, una mueca sórdido siniestra que se mofa en tus morros. Pues eso.
Igualmente floja es la otra historia paralela o más pequeña, al vuelo, de la cantante de ópera con el corazón roto y escindida entre la nada plena y la gloria vacua, entre ella y su madre, cantar o vivir, operación espantosa mediante, que nos deleita con la música de ese genio holandés de antaño tan minusvalorado y ya completa e injustamente olvidado, cómo no, por el ignorante gran público, un maestro vetusto y egregio al que echamos, pasados los siglos, tanto de menos, un hurra por su emocionado recuerdo, por tan alto ejemplo.
Esta es la más burda y gruesa hasta incluso ridícula de toda la serie, la más forzada tanto en su premisa como en su posterior desarrollo o en su chusco cierre, parece un chiste obsceno de un humorista macarra, vulgar a poco que lo forcemos, está a un paso de caer en un barranco repleto de ordinariez y zafiedad, a duras penas nos contenemos la risa con las pavoroso cómicas cuitas del ciclista impotente el pobre y no porque nos haga disfrutar la desgracia ajena, váyanse a la verga, maldita la gracia semejante tragedia venérea, faltaría más, claro que no, quiénes somos nosotros para portarnos tan mal, con tan escasa sensibilidad, sino por cómo está representado o contado el coso o asunto amatorio tan penoso, muy a la ligera y a la carrera, de forma un tanto grotesca. Y les perdonamos la vida porque en realidad es la misma historia o mirada de siempre, variaciones sobre el mismo tema, la vida te encierra y ciega, te mete en un agujero oscuro, como a un topo, en un callejón sin salida y todo se convierte en un jodido y tortuoso galimatías o lío, suma nefanda de malentendidos, tropiezos, tristezas, dolor, infamia, confusión y casualidades causales terribles, como si el universo de repente, tras una rápida y superficial deliberación, se hubiera conjurado contra ti a mala idea, perezosa y cruelmente, para divertirse un rato a tu costa y a tus espaldas, con tu constante sufrimiento, con tus espasmos y contorsiones, te conviertes ipso facto en el hazmerreír de los dioses, un bobo pasatiempo, en su putita barata o averiado juguete, en un desnortado estrambote, te retuerces, reptas, pides sopitas, ayuda, gritas socorro y no hay nadie al otro lado del aparato, solo silencio, escarnio, abandono, necedad, desafuero, descalzaperros, una mueca sórdido siniestra que se mofa en tus morros. Pues eso.
Igualmente floja es la otra historia paralela o más pequeña, al vuelo, de la cantante de ópera con el corazón roto y escindida entre la nada plena y la gloria vacua, entre ella y su madre, cantar o vivir, operación espantosa mediante, que nos deleita con la música de ese genio holandés de antaño tan minusvalorado y ya completa e injustamente olvidado, cómo no, por el ignorante gran público, un maestro vetusto y egregio al que echamos, pasados los siglos, tanto de menos, un hurra por su emocionado recuerdo, por tan alto ejemplo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Todo ese trayecto agónico suicida del globero o dominguero cicloturista directo al averno pasando previamente por el puente es un poco esperpento, cosa fina, canela en rama, manjar de miel, a pelo, y su resurrección convertido en la momia de tutankamón igual o parecido, como para ir al patíbulo.
Este capítulo confirma que hasta los más sabios y perfeccionistas seres humanos de entre nosotros echan un borrón de vez en cuando, cometen ciertos pequeños errores para que no se diga, para que los demás no se mueran tanto de envidia, para que tengan algo de carroña para ir tirando o pasando el día, como el tipo que es tan superior al resto, feliz, feliz, que finge una cojera o una enfermedad terminal con el fin de que sus mediocres y numerosos enemigos en la sombra no sufran tanto de mal de amores, al de su luz inmensa respecto, para que tengan algún tipo de consuelo y todavía no arrojen la toalla del todo, de hecho, los necesitamos, a todos esos pitufos, como la ballena transporta infinidad de seres vivos que parasitan su grandeza, majestuosa magnificencia, durante sus viajes por los del sur y el norte mares, como contrapeso o contrapunto, para que nuestra obra y su fulgor, esa estela, tenga mayor sentido y gane en la comparación abusiva e insultante con el resto o qué sería del mundo si todos fueran tan guapos y listos como nosotros, un infierno igualitario y marxista, una gran pena grisácea, la dictadura de los que nada valen, de los que no tienen cojones para hacer nada y siempre se esconden y aprietan unos con/tra otros para tratar de sentir en menor medida el nulo valor de su prescindible e intercambiable existencia, nos suicidaríamos solo a medias, con infinita desidia, como este infausto y pusilánime jornalero de la gloria, tenía que ser médico, por pura compasión también lo hacemos, caridad cristiana creo que se llama a eso de echar las migajas a los hambrientos.
Huevos de oro, en su parte final muy sobre todo, Bardem y este galeno son hermanos gemelos, está claro que está inspirada en esto, pongo a dios por testigo, que el cine de Bigas Luna, aunque por pudor el autor algo disimulara, era exquisito y polaco en el fondo de su alma mediterránea.
Un momento bueno de terror es cuando ella le descubre encerrado en el armario, bello y abominable y gracioso hecho que nos hiela los huesos.
¿Muere en paz, se vuelve a empalmar con el susto y todo, por tanto, retorna a la dichosa normalidad, se recupera nada más y el tormento celoso castrado se repite eternamente hasta el juicio final?
Este capítulo confirma que hasta los más sabios y perfeccionistas seres humanos de entre nosotros echan un borrón de vez en cuando, cometen ciertos pequeños errores para que no se diga, para que los demás no se mueran tanto de envidia, para que tengan algo de carroña para ir tirando o pasando el día, como el tipo que es tan superior al resto, feliz, feliz, que finge una cojera o una enfermedad terminal con el fin de que sus mediocres y numerosos enemigos en la sombra no sufran tanto de mal de amores, al de su luz inmensa respecto, para que tengan algún tipo de consuelo y todavía no arrojen la toalla del todo, de hecho, los necesitamos, a todos esos pitufos, como la ballena transporta infinidad de seres vivos que parasitan su grandeza, majestuosa magnificencia, durante sus viajes por los del sur y el norte mares, como contrapeso o contrapunto, para que nuestra obra y su fulgor, esa estela, tenga mayor sentido y gane en la comparación abusiva e insultante con el resto o qué sería del mundo si todos fueran tan guapos y listos como nosotros, un infierno igualitario y marxista, una gran pena grisácea, la dictadura de los que nada valen, de los que no tienen cojones para hacer nada y siempre se esconden y aprietan unos con/tra otros para tratar de sentir en menor medida el nulo valor de su prescindible e intercambiable existencia, nos suicidaríamos solo a medias, con infinita desidia, como este infausto y pusilánime jornalero de la gloria, tenía que ser médico, por pura compasión también lo hacemos, caridad cristiana creo que se llama a eso de echar las migajas a los hambrientos.
Huevos de oro, en su parte final muy sobre todo, Bardem y este galeno son hermanos gemelos, está claro que está inspirada en esto, pongo a dios por testigo, que el cine de Bigas Luna, aunque por pudor el autor algo disimulara, era exquisito y polaco en el fondo de su alma mediterránea.
Un momento bueno de terror es cuando ella le descubre encerrado en el armario, bello y abominable y gracioso hecho que nos hiela los huesos.
¿Muere en paz, se vuelve a empalmar con el susto y todo, por tanto, retorna a la dichosa normalidad, se recupera nada más y el tormento celoso castrado se repite eternamente hasta el juicio final?