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Voto de Ferdydurke:
4
7,2
8.059
Drama. Romance
Verano de 1947. Stingo, un joven aspirante a escritor, se instala en una pensión familiar de Brooklyn. Su tranquilidad se verá pronto turbada por la terrible discusión de una pareja que vive en el piso de arriba. Cuando conoce a los amantes queda cautivado por su encanto y simpatía. Ella, Sophie Zawistowska, es una hermosa emigrante polaca y católica. Él, Nathan Landau, un encantador y desequilibrado científico judío. Poco a poco, ... [+]
17 de octubre de 2023
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena el rato porno duro (alemán) en el ominoso recuerdo que nos agua la delicada elegíaca historia neoyorquina sureña (insiste en ello Nathan), El ángel que nos mira, escrita a dos manos por Emily Dickens y Charles Dickinson, de hecho pareja, con momentos idílicos muy hermosos de temblor y felicidad, de recreación de la amistad, de un mundo deseado/soñado (el paraíso perdido), la película así está contada en esa parte "moderna" o "actual", 1947 ("las fiestas de disfraces" son muy chulas, toda la alegría está muy bien expuesta/rodada descrita, al contrario que la miseria), como un sueño (el pasado como una "realista" pesadilla), una fantasía, la novela (la gran novela americana, la que moldes rompiera) en ciernes que está escribiendo el susodicho Stingo, no así el naturalismo cutre aplastante tan de brocha gorda, tan burdo e increíble (el padre, el marido, el amante, el nazi uno, el nazi dos, la niña nazi..., suma y sigue) y a la carrera alemana judía católica apostólica romana polaca ¿no sin mi hija? digna del peor folletín escabroso morboso sensacionalista histérico pulp del holocausto, ley de murphy o de goodwin, montan tanto, uno de esos que (se) escriben/venden como churros porque siempre dejan/dispensan sacan (corchos) lo mejor de cada casa de cada alma, los más superiores sentimientos y emociones en los que los leen/ven o contemplan, la gozadera (que encumbra, eleva, trasciende, sobrevuela, anonada) de entre nuestros más queridos espectadores, el cliente siempre tiene la razón, más madera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final está bonito, todo el dolor del mundo recogido/concentrado/escanciado/resumido en esa de muerte escena, el abrazo, vale, símbolos, los dos, de la tragedia humana, maldición originaria, por los siglos de los siglos, amén, cosa mala.
También está bien la utilización de la banda sonora (no siempre, a veces remarca o subraya innecesariamente) y las bellas alusiones literarias por supuesto, siempre.
Ella (toda la película se la pasan diciendo que es hermosa, con insistente ahínco, y tampoco hay que pasarse ni exagerar tanto, darle cuartos al pregonero, hermanos) está estupenda (no tan pasada de vueltas, a pesar del tremendo personaje que representa, como en años posteriores cuando ya era una consagrada estrella, con menos tics repelentes), lo mismo que el chaval que la adora y que parece que no tanto gusta, pobre (Los amigos de) Peter, y por el que yo alzo ahora mi copa cómo la mira.
Película excesiva, curiosa poética, a trozos charcutera y con instantes de fulgor belleza.
Desayuno con diamantes. El escritor que bebe los vientos por una diosa de las tinieblas.
Soñadores (de Bertolucci). Un trío con un recién llegado, intruso, polizonte, a la trágica santa fiesta, un observador que ¿modifica? lo observado, que se incorpora a última hora al viciado agónico moribundo juego, nostalgia, deseo, de la decepción aprendizaje, mientras la Historia golpea.
La caja de música. Pasado terrible que supura espanto con padre demoníaco.
Verano del 42. Años cuarenta, la gran hecatombe mundial a través de los ojos ávidos de un ser imberbe que idealiza anhela celebra el eterno de cuerpo presente femenino en su forma más frágil y/o rota, de fondo marea, vamos, majete, se (nos) hace un hombre.
Stefan Zweig: Adiós a Europa. Fin de fiesta, hasta aquí hemos llegado, la Historia y la intrahistoria se mezclan, follan (esa palabra o palabreja, esa escena recuerda a una de, creo que, Sueños de un seductor con Woody Allen, en la que una andoba hablaba todo el rato de sexo, él se lo creía y luego... seducido y abandonado, microondas, a dos velas, como un gilipollas, hasta a 10, la mujer perfecta, cuando el bueno de Dudley Moore creía que ya la tenía en el bote... ), la gran guerra y los personajes y su derrota, una pareja que se baja o para en marcha, antes de tiempo sale de escena, por la otra puerta, salta por la ventana, la literatura que da testimonio, deja huella, de notario acta y sentencia.
Hoy empieza todo.
También está bien la utilización de la banda sonora (no siempre, a veces remarca o subraya innecesariamente) y las bellas alusiones literarias por supuesto, siempre.
Ella (toda la película se la pasan diciendo que es hermosa, con insistente ahínco, y tampoco hay que pasarse ni exagerar tanto, darle cuartos al pregonero, hermanos) está estupenda (no tan pasada de vueltas, a pesar del tremendo personaje que representa, como en años posteriores cuando ya era una consagrada estrella, con menos tics repelentes), lo mismo que el chaval que la adora y que parece que no tanto gusta, pobre (Los amigos de) Peter, y por el que yo alzo ahora mi copa cómo la mira.
Película excesiva, curiosa poética, a trozos charcutera y con instantes de fulgor belleza.
Desayuno con diamantes. El escritor que bebe los vientos por una diosa de las tinieblas.
Soñadores (de Bertolucci). Un trío con un recién llegado, intruso, polizonte, a la trágica santa fiesta, un observador que ¿modifica? lo observado, que se incorpora a última hora al viciado agónico moribundo juego, nostalgia, deseo, de la decepción aprendizaje, mientras la Historia golpea.
La caja de música. Pasado terrible que supura espanto con padre demoníaco.
Verano del 42. Años cuarenta, la gran hecatombe mundial a través de los ojos ávidos de un ser imberbe que idealiza anhela celebra el eterno de cuerpo presente femenino en su forma más frágil y/o rota, de fondo marea, vamos, majete, se (nos) hace un hombre.
Stefan Zweig: Adiós a Europa. Fin de fiesta, hasta aquí hemos llegado, la Historia y la intrahistoria se mezclan, follan (esa palabra o palabreja, esa escena recuerda a una de, creo que, Sueños de un seductor con Woody Allen, en la que una andoba hablaba todo el rato de sexo, él se lo creía y luego... seducido y abandonado, microondas, a dos velas, como un gilipollas, hasta a 10, la mujer perfecta, cuando el bueno de Dudley Moore creía que ya la tenía en el bote... ), la gran guerra y los personajes y su derrota, una pareja que se baja o para en marcha, antes de tiempo sale de escena, por la otra puerta, salta por la ventana, la literatura que da testimonio, deja huella, de notario acta y sentencia.
Hoy empieza todo.