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Voto de Ferdydurke:
4
2018
7,0
3.687
Animación
París, 1930. Salvador Dalí y Luis Buñuel son las principales figuras del movimiento surrealista, pero Buñuel ve cómo se le cierran todas las puertas después del escandaloso estreno de "La edad de oro", su primera película. Sin embargo, su buen amigo, el escultor Ramón Acín, compra un billete de lotería con la loca promesa de que, si gana, pagará el documental que su amigo quiere rodar sobre Las Hurdes, una de las regiones más ... [+]
6 de diciembre de 2021
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiero la cabeza de Luis Buñuel. La linterna mágica. Historia de una monja.
Sádico carroñero morboso atormentado/torturado por el recuerdo de su amado/temido padre y de su odiado/anhelado amigo y con miedo a casi todo (a la par que temerario con el coche y arrojado y decidido cuando más quiere), desde animales hasta la muerte pasando por todo tipo de sueños repelentes/recurrentes/freudianos.
El retrato no es nada bueno ni precisamente edificante ya que aunque él dice que recrea dramáticamente la realidad, en verdad se la inventa/tuerce y falsifica de la más mala manera con el supuesto propósito de denunciar la situación atroz del lugar, para llamar la atención sobre semejante problema, pero más parece por lo que nos muestran que lo que realmente allí busca es remontar relanzar su estancada y problemática carrera tan de un impulso o cambio necesitada, que se fijen en él, promocionarse, dar un golpe sobre la mesa, aquí estoy yo para que os enteréis de una puta vez ya, hostia.
Y ahí nos damos de bruces con el primer problema de este simpático proyecto, y es que en el fondo o más bien en la superficie parece que se pretende hacer un homenaje a este santo laico ácido y, como hemos dicho, es justo lo contrario, queda muy mal, horriblemente parado, niño rico malcriado.
Y por el otro lado tenemos al escultor amigo que tampoco está bien definido/explicado, no por malo como Luis, sino que por lo opuesto, un buenazo sin mucho sentido, no se sabe bien lo que hace allí más que despilfarrar el dinero con los caprichos desquiciados/desnortados de su compañero majadero. Cuesta (de) creer que pueda comportarse así teniendo familia claramente necesitada con la sola coartada de una promesa absurda o vaga hecha en plena borrachera o del ancho concepto, le cabe todo, un roto y un descosido, de la amistad en este caso tan proclamada. Todo eso no es muy creíble, al igual que el mismo Ramón como personaje, muy simple. Y los otros dos son poco más que convidados de piedra, rellenos. Y el asunto de Dalí está solo esbozado, nada claro, se le atribuye demasiada importancia en la psicología afecto de Buñuel, como si hubieran sido poco menos que amantes furiosa/rabiosamente despechados. Y los sueños son excesivos en cuanto a duración en relación con el resto y además cortan lo que más nos interesa, lo que allí pasa. Y todo es bastante superficial, queda como enunciado, nos conformamos solo con las buenas o mejores intenciones. Una obra amable a priori, encantadora y achuchable en principio, en teoría, como fachada, pero fallida, deslavazada y poco cosa como historia o reflexión que valga la pena, en ese aspecto muy pobre. Y hasta difícil en todo lo referido a esas escenas que provoca él en su afán de hacer/crear impacto en el espectador imaginado o futuro recurriendo a tan malas artes o mañas, actuando como un infantil y cruel tiranuelo de muy poco vuelo.
Sádico carroñero morboso atormentado/torturado por el recuerdo de su amado/temido padre y de su odiado/anhelado amigo y con miedo a casi todo (a la par que temerario con el coche y arrojado y decidido cuando más quiere), desde animales hasta la muerte pasando por todo tipo de sueños repelentes/recurrentes/freudianos.
El retrato no es nada bueno ni precisamente edificante ya que aunque él dice que recrea dramáticamente la realidad, en verdad se la inventa/tuerce y falsifica de la más mala manera con el supuesto propósito de denunciar la situación atroz del lugar, para llamar la atención sobre semejante problema, pero más parece por lo que nos muestran que lo que realmente allí busca es remontar relanzar su estancada y problemática carrera tan de un impulso o cambio necesitada, que se fijen en él, promocionarse, dar un golpe sobre la mesa, aquí estoy yo para que os enteréis de una puta vez ya, hostia.
Y ahí nos damos de bruces con el primer problema de este simpático proyecto, y es que en el fondo o más bien en la superficie parece que se pretende hacer un homenaje a este santo laico ácido y, como hemos dicho, es justo lo contrario, queda muy mal, horriblemente parado, niño rico malcriado.
Y por el otro lado tenemos al escultor amigo que tampoco está bien definido/explicado, no por malo como Luis, sino que por lo opuesto, un buenazo sin mucho sentido, no se sabe bien lo que hace allí más que despilfarrar el dinero con los caprichos desquiciados/desnortados de su compañero majadero. Cuesta (de) creer que pueda comportarse así teniendo familia claramente necesitada con la sola coartada de una promesa absurda o vaga hecha en plena borrachera o del ancho concepto, le cabe todo, un roto y un descosido, de la amistad en este caso tan proclamada. Todo eso no es muy creíble, al igual que el mismo Ramón como personaje, muy simple. Y los otros dos son poco más que convidados de piedra, rellenos. Y el asunto de Dalí está solo esbozado, nada claro, se le atribuye demasiada importancia en la psicología afecto de Buñuel, como si hubieran sido poco menos que amantes furiosa/rabiosamente despechados. Y los sueños son excesivos en cuanto a duración en relación con el resto y además cortan lo que más nos interesa, lo que allí pasa. Y todo es bastante superficial, queda como enunciado, nos conformamos solo con las buenas o mejores intenciones. Una obra amable a priori, encantadora y achuchable en principio, en teoría, como fachada, pero fallida, deslavazada y poco cosa como historia o reflexión que valga la pena, en ese aspecto muy pobre. Y hasta difícil en todo lo referido a esas escenas que provoca él en su afán de hacer/crear impacto en el espectador imaginado o futuro recurriendo a tan malas artes o mañas, actuando como un infantil y cruel tiranuelo de muy poco vuelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final remata la faena y nos deja con muy mal sabor de boca. Lo que nos faltaba.
Es la peor versión del arte lo que aquí se nos narra, el que manipula la realidad, el que utiliza a la más pobre gente, recrea y exhibe su miseria sin importarle de verdad nada su suerte (aunque pongan alguna escena medio sensiblera que se queda en nada, fuegos fatuos, para compensar un poco tanta descarada desfachatez), el que supone una especie de turismo/vampirismo frío, intelectualmente despiadado, un aprovechamiento feo de los hechos y las gentes, llegar y largarse un poco bastante miserablemente tras haberles robado el alma a cambio de nada, de una esperanza que ni le han pedido ni está clara.
Por lo tanto, ni en el fondo ni en la forma es plato de buen gusto, más allá de la pocholada de los dibujos animados, de algún ratito majo y del buen hacer general en el sentido más puramente artesanal.
Sí que me reí un par de veces con ganas, lo reconozco, cuando el tipo comenta que muy importante debe ser su casa para que vengan estos buenos señores de Francia nada menos que a verla y, sobre todo, ahí me descojoné de veras, cuando al hombre que está haciendo su tarea tan ricamente le piden que decapite al animal en cuestión y este buen señor les mira a los cuatro prospectos allí reunidos y, tras hacer un valorativo silencio lleno de reflexión enjuta/enujndiosa sobre el poco valor de cualquiera de ellos, pregunta que a cuál, tanto nos da, valor cero, problema ninguno, jajaja, gran momento.
Como si no hubieran tenido claro ni el enfoque general ni el más personal, ni el de la historia o la mirada sobre los acontecimientos y el contexto ni la más microscópica sobre las sutilezas o matices del espíritu de los personajes.
Perdidos entre el mito, el dibujo y la tozuda realidad, entre comprender, agradar y encumbrar.
Es la peor versión del arte lo que aquí se nos narra, el que manipula la realidad, el que utiliza a la más pobre gente, recrea y exhibe su miseria sin importarle de verdad nada su suerte (aunque pongan alguna escena medio sensiblera que se queda en nada, fuegos fatuos, para compensar un poco tanta descarada desfachatez), el que supone una especie de turismo/vampirismo frío, intelectualmente despiadado, un aprovechamiento feo de los hechos y las gentes, llegar y largarse un poco bastante miserablemente tras haberles robado el alma a cambio de nada, de una esperanza que ni le han pedido ni está clara.
Por lo tanto, ni en el fondo ni en la forma es plato de buen gusto, más allá de la pocholada de los dibujos animados, de algún ratito majo y del buen hacer general en el sentido más puramente artesanal.
Sí que me reí un par de veces con ganas, lo reconozco, cuando el tipo comenta que muy importante debe ser su casa para que vengan estos buenos señores de Francia nada menos que a verla y, sobre todo, ahí me descojoné de veras, cuando al hombre que está haciendo su tarea tan ricamente le piden que decapite al animal en cuestión y este buen señor les mira a los cuatro prospectos allí reunidos y, tras hacer un valorativo silencio lleno de reflexión enjuta/enujndiosa sobre el poco valor de cualquiera de ellos, pregunta que a cuál, tanto nos da, valor cero, problema ninguno, jajaja, gran momento.
Como si no hubieran tenido claro ni el enfoque general ni el más personal, ni el de la historia o la mirada sobre los acontecimientos y el contexto ni la más microscópica sobre las sutilezas o matices del espíritu de los personajes.
Perdidos entre el mito, el dibujo y la tozuda realidad, entre comprender, agradar y encumbrar.