"El juramento" título original en islandés acota de forma más sutil el trasfondo de esta película que guarda obvias similitudes con "Prisioneros" (2013) de Denis Villeneuve. Está última con mayor acierto en todos los sentidos. En cualquier caso no es nada despreciable la propuesta islandesa con evidente menor presupuesto en la que Kórmakur, que también protagoniza puede hacer un cine más personal e interesante que el que viene realizando a la par en los USA.
Quien mejor que un médico, en este caso un cirujano, para tener siempre presente que la vida es sagrada por encima de cualquier otra consideración. El dilema se planteará cuando la de su propia hija este en juego. Kórmakur y su director de fotografía ponen la acertada atmósfera. La racional frialdad del protagonista parece inherente al entorno en el que habita. Hay una cierta reflexión sobre las clases sociales, sobre los estilos de vida en una sociedad que tiene a gala ser de las más evolucionadas, un cierto tirar de una alfombra y dejar ver que no es oro todo lo que reluce. Pero sin pasarse. Enseguida llega el thriller puro y duro y se le van los minutos al director. La tensión por la resolución se mantiene pero se desinfla todo lo que proponía. Los personajes apenas quedan esbozados y el final del enredo se apresura y precipita de forma poco satisfactoria.
Quizás los últimos segundos vuelvan a poner sobre la mesa o la conciencia del espectador si la libertad de cada cual merece ser encarrilada según unas normas de conducta aceptables socialmente, si los sentimientos deben supeditarse a lo correcto, hasta donde llega la responsabilidad y el tutelaje de los padres sobre los hijos. En definitiva, la libre elección vital de cada cual por muy encontrada que esté con nuestros principios no debería ser violada. Las consecuencias siempre serán imprevisibles.  

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