No sé hasta qué punto será capaz la saga de Expediente Warren de soportar más películas. Me explico. Tenía esperanzas en esta cinta, básicamente porque las dos que preceden a esta tercera me dejaron buen sabor de boca, aunque no ver el nombre de James Wan como director me hacía presagiar lo peor. La primera, "Expediente Warren: The Conjuring" (2013), me pareció un filme de terror notable con unas ideas muy sólidas y momentos de tensión que verdaderamente ponían la piel de gallina. La segunda, "Expediente Warren: El Caso Enfield" (2016), no dejaba de ser interesante, aunque el final me desilusionó un poco.

Y llegamos a "Expediente Warren: Obligado por el Demonio", una película con poco que ofrecer, del montón y sin saber alcanzar las atmósferas asfixiantes que tan bien resolvía James Wan, cuya función como guionista apenas se ve destacada. Se añade de manera regular el género de la brujería como eje principal de la historia, pero lo peor está en que la cinta no renuncia a los clichés de los exorcismos mil veces vistos.

Lo único que queda como aspectos positivos son los propios Warren, así como su trabajo en la vida real, y algunos planos en los que prima un buen uso de las luces y sus sombras, sobre todo desde una perspectiva lateral. Esto, que a priori puede parecer absurdo, crea escenas idóneas para mantener al espectador dentro de la trama y no retraer la tensión de la misma, además de ser una señal artística visualmente agradable.

Lo mejor: Seguir acercándonos imágenes, archivos e historias reales de los Warren.

Lo peor: Los clichés del terror.

Quedémonos con las dos primeras películas de Expediente Warren (sin hablar de Annabelle, La Monja y compañía) y tratemos de obviar este pequeño bache para no frustrar el futuro de la saga.