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Voto de Biopunk:
6
6,3
22.991
Terror
Inspirada en una historia real sucedida en el madrileño barrio de Vallecas en los años 90. Tras hacer una ouija con unas amigas, una adolescente es asediada por aterradoras presencias sobrenaturales que amenazan con hacer daño a toda su familia. (FILMAFFINITY)
21 de septiembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabes que está ahí porque ves los síntomas, aunque nunca lleguen a mostrarla. Sientes que hay algo más. ¿Una simple historia de fantasmas? Puede, pero usada para esconder otra materia subyacente.
Antes de pasarme al spoiler, así como comentarios generales, la película es entretenida, es de ese estilo de ouija, posesiones, apariciones… tiene un ambiente con cierto aire a terror añejo. No busca el sobresalto fácil sino la creación de una atmósfera inquietante, algo que solo consigue a ratos, pero que es de agradecer. Consta de buen ritmo y, como ya dije, suficientes detalles como para buscar un significado oculto en el relato.
Las interpretaciones, bueno, cumplen sin más. Sandra Escacena es la jovencita protagonista, carga con todo el peso del filme, y aunque no brilla tampoco desluce. Consuelo Trujillo destaca al encarnar un personaje de toque siniestro, La Hermana Muerte, aunque puede que sea más por la caracterización que otra cosa.
Se basa en una supuesta historia real sobre la cual los más curiosos indagarán, y que resulta uno de esos sucesos en los cuales la naturaleza de los hechos depende de a quién realices las preguntas. Al final todo se reduce a querer creer o no, pues la verdad es un concepto relativo, personal y subjetivo, como bien exponía Kurosawa en su ‘Rashomon’.
Antes de pasarme al spoiler, así como comentarios generales, la película es entretenida, es de ese estilo de ouija, posesiones, apariciones… tiene un ambiente con cierto aire a terror añejo. No busca el sobresalto fácil sino la creación de una atmósfera inquietante, algo que solo consigue a ratos, pero que es de agradecer. Consta de buen ritmo y, como ya dije, suficientes detalles como para buscar un significado oculto en el relato.
Las interpretaciones, bueno, cumplen sin más. Sandra Escacena es la jovencita protagonista, carga con todo el peso del filme, y aunque no brilla tampoco desluce. Consuelo Trujillo destaca al encarnar un personaje de toque siniestro, La Hermana Muerte, aunque puede que sea más por la caracterización que otra cosa.
Se basa en una supuesta historia real sobre la cual los más curiosos indagarán, y que resulta uno de esos sucesos en los cuales la naturaleza de los hechos depende de a quién realices las preguntas. Al final todo se reduce a querer creer o no, pues la verdad es un concepto relativo, personal y subjetivo, como bien exponía Kurosawa en su ‘Rashomon’.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La metáfora trata sobre la soledad, la depresión y los trastornos mentales producidas por un entorno social opresivo e insoportable.
Verónica es una mujer atrapada entre dos mundos: la niñez y la adultez. Es demasiado joven para actuar como una persona madura pero las circunstancias la obligan a ello, impidiendo que disfrute de su juventud, a la que tampoco quiere dar la espalda (simbolismo: tiene 15 años pero no la menstruación, como si su cuerpo rechazase crecer por no querer dejar atrás una etapa que no ha vivido como tal).
La situación comienza a romper su psique. Añora a su padre muerto, cuya ausencia le ha causado un trauma al no tener en quién apoyarse, pues la madre, aunque viva, pasa totalmente de la familia, dejando a su hija a cargo de sus hermanos y usando la casa nada más que para dormir. En el colegio la cosa no va mucho mejor, pues su mejor amiga se ha alejado hacia nuevas amistades, lo que resulta coherente: Verónica tiene obligaciones, una familia de la que cuidar, mientras el resto de jóvenes abrazan una libertad propia de su edad, de montar fiestas en casa y hacer el tonto por la calle. En casa, por su parte, cría sin ayuda a tres niños pequeños, lo que de por sí resulta estresante.
Los sentimientos de aislamiento y abandono pesan demasiado. Verónica intenta atraer la atención de los dos mundos. Habla con la madre, llorosa, al borde del quiebre, requiere su presencia en el hogar, una petición infructuosa, respondida con reprimendas. Por su parte, se pronostica su propia muerte ante su amiga (la idea del suicidio comienza a sobrevolar el ambiente), lo que en lugar de una mayor atención produce el efecto contrario, alejando definitivamente esa amistad. Las chicas de 15 años lo que quieren es pasarlo bien, no afrontar temas de tan oscura profundidad.
Por tanto Verónica está entre dos mundos, pero los dos mundos la rechazan, y es ahí donde comienza a desdoblar su personalidad, donde su Oscuro Pasajero (siempre me gustó ese término) empieza a tomar el control. Ve demonios, ve al padre muerto, hiere a sus hermanos y a sí misma, aunque desde su perspectiva lo haga un ente del otro lado. Ella es el espectro maligno. La monja lo sabe, nota su oscuridad, por eso la advierte de que sus hermanos están en peligro. Lo único que puede hacer es despedir esa fuerza malévola, meditar y mostrarle la puerta de salida, pero una vez se ha adherido a ella, es harto complicado.
Finalmente Verónica es consciente de lo jodida que está, del daño irreparable que tiene. Es una persona rota. Desolada, decide suicidarse. El Demonio ha ganado. La sociedad, perdido.
Verónica es una mujer atrapada entre dos mundos: la niñez y la adultez. Es demasiado joven para actuar como una persona madura pero las circunstancias la obligan a ello, impidiendo que disfrute de su juventud, a la que tampoco quiere dar la espalda (simbolismo: tiene 15 años pero no la menstruación, como si su cuerpo rechazase crecer por no querer dejar atrás una etapa que no ha vivido como tal).
La situación comienza a romper su psique. Añora a su padre muerto, cuya ausencia le ha causado un trauma al no tener en quién apoyarse, pues la madre, aunque viva, pasa totalmente de la familia, dejando a su hija a cargo de sus hermanos y usando la casa nada más que para dormir. En el colegio la cosa no va mucho mejor, pues su mejor amiga se ha alejado hacia nuevas amistades, lo que resulta coherente: Verónica tiene obligaciones, una familia de la que cuidar, mientras el resto de jóvenes abrazan una libertad propia de su edad, de montar fiestas en casa y hacer el tonto por la calle. En casa, por su parte, cría sin ayuda a tres niños pequeños, lo que de por sí resulta estresante.
Los sentimientos de aislamiento y abandono pesan demasiado. Verónica intenta atraer la atención de los dos mundos. Habla con la madre, llorosa, al borde del quiebre, requiere su presencia en el hogar, una petición infructuosa, respondida con reprimendas. Por su parte, se pronostica su propia muerte ante su amiga (la idea del suicidio comienza a sobrevolar el ambiente), lo que en lugar de una mayor atención produce el efecto contrario, alejando definitivamente esa amistad. Las chicas de 15 años lo que quieren es pasarlo bien, no afrontar temas de tan oscura profundidad.
Por tanto Verónica está entre dos mundos, pero los dos mundos la rechazan, y es ahí donde comienza a desdoblar su personalidad, donde su Oscuro Pasajero (siempre me gustó ese término) empieza a tomar el control. Ve demonios, ve al padre muerto, hiere a sus hermanos y a sí misma, aunque desde su perspectiva lo haga un ente del otro lado. Ella es el espectro maligno. La monja lo sabe, nota su oscuridad, por eso la advierte de que sus hermanos están en peligro. Lo único que puede hacer es despedir esa fuerza malévola, meditar y mostrarle la puerta de salida, pero una vez se ha adherido a ella, es harto complicado.
Finalmente Verónica es consciente de lo jodida que está, del daño irreparable que tiene. Es una persona rota. Desolada, decide suicidarse. El Demonio ha ganado. La sociedad, perdido.