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7
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14.697
Drama
A principios de los ochenta, un congresista americano aficionado a la diversión, una mujer de la alta sociedad de Houston defensora acérrima de las buenas causas y un agente de la CIA apasionado por los retos, conspiraron para llevar a cabo la mayor operación secreta de la historia. Joanne Herring (Julia Roberts), una de las mujeres más ricas de Texas y virulenta anticomunista, convenció al congresista Charlie Wilson (Tom Hanks) para ... [+]
27 de diciembre de 2021
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Película política –basada en hechos reales– (Mike Nichols, 2007), que describe el juego sucio de los EEUU en la Guerra de Afganistán (1978–1992) en el contexto de la Guerra Fría.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Charlie Wilson (Tom Hanks), un congresista texano aficionado a las mujeres y el alcohol, recibe el encargo de la influyente Joanne Herring (Julia Roberts) de encontrar los recursos necesarios para derrotar a los soviéticos en la Guerra de Afganistán.
Wilson incorpora al equipo al fanático y experto agente de la CIA Gust Avrakotos (Philip Seymour Hoffman), con el cual se traslada a Pakistán, Israel y Egipto para iniciar las gestiones de armar a los militares afganos.
CRÍTICA
Película estadounidense que trata de las élites estadounidenses actuando en Afganistán como Señores de la Guerra. El guión (Aaron Sorkin) está basado en la biografía de Charlie Wilson escrita por George Crile III. No he leído el libro de Crile, pero conviene hacer algunas puntualizaciones.
En primer lugar, la intervención de EEUU en Afganistán se remonta a 1975 y estuvo dirigida por el Consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski. La estrategia de EEUU consistía en provocar la entrada de la URSS en Afganistán para procurarla su “particular Vietnam” y debilitar su influencia en el Telón de Acero.
El dinero destinado a los muyahidines procedía de EEUU, Arabia Saudita y Pakistán. Posteriormente, con la ocupación rusa de Afganistán en 1979, Jimmy Carter abrió el grifo de la financiación ilegal. Más tarde vendría la caballería OTAN–ONU y la caída del Telón de Acero.
En segundo lugar, la figura de Charles Wilson resulta desproporcionada. Wilson fue un congresista de Texas borracho, drogadicto y putero (sus secretarias eran conocidas como “Los ángeles de Charlie”). Wilson fue importante como miembro de la “comisión del dinero negro”, pero nada más. Por su parte, Gust Avrakotos se incorporó al equipo en 1984.
En tercer lugar, e independientemente de que le rece a buda o a Jesús, la fortuna de Joanne Herring proviene de los negocios de su fallecido marido: Robert R. Herring, un magnate del petróleo y del gas. Y es que las élites, en conminacion con las instituciones, arriesgan su capital por un motivo: controlar los recursos, y, de paso, la economía y la política mundial.
Obviamente tampoco se menciona el opio afgano. Obviamente es propagandista, como cualquier otra. Tampoco es una sorpresa que, en demasiadas ocasiones, los personajes más influyentes de EEUU se comportan como auténticos frikis y adictos a la guerra, las drogas, el sexo y el alcohol.
En este sentido, ya me gustaría a mí que algún otro país siguiera el ejemplo de EEUU. España, sin ir más lejos, fue el primer país del mundo que utilizó armas químicas sobre población civil (Guerra del Rif, 1921–1927). Y el problema no es que no se haya rodado ninguna película al respecto… sino que el gobierno español aún no ha reconocido los hechos… ¡100 años después!.
Afganistán es el inmenso colector de Oriente Medio, un país que ha recibido billones de dólares a lo largo de cincuenta años (desde Carter hasta Donald Trump). El resto es ficción.
Wilson incorpora al equipo al fanático y experto agente de la CIA Gust Avrakotos (Philip Seymour Hoffman), con el cual se traslada a Pakistán, Israel y Egipto para iniciar las gestiones de armar a los militares afganos.
CRÍTICA
Película estadounidense que trata de las élites estadounidenses actuando en Afganistán como Señores de la Guerra. El guión (Aaron Sorkin) está basado en la biografía de Charlie Wilson escrita por George Crile III. No he leído el libro de Crile, pero conviene hacer algunas puntualizaciones.
En primer lugar, la intervención de EEUU en Afganistán se remonta a 1975 y estuvo dirigida por el Consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski. La estrategia de EEUU consistía en provocar la entrada de la URSS en Afganistán para procurarla su “particular Vietnam” y debilitar su influencia en el Telón de Acero.
El dinero destinado a los muyahidines procedía de EEUU, Arabia Saudita y Pakistán. Posteriormente, con la ocupación rusa de Afganistán en 1979, Jimmy Carter abrió el grifo de la financiación ilegal. Más tarde vendría la caballería OTAN–ONU y la caída del Telón de Acero.
En segundo lugar, la figura de Charles Wilson resulta desproporcionada. Wilson fue un congresista de Texas borracho, drogadicto y putero (sus secretarias eran conocidas como “Los ángeles de Charlie”). Wilson fue importante como miembro de la “comisión del dinero negro”, pero nada más. Por su parte, Gust Avrakotos se incorporó al equipo en 1984.
En tercer lugar, e independientemente de que le rece a buda o a Jesús, la fortuna de Joanne Herring proviene de los negocios de su fallecido marido: Robert R. Herring, un magnate del petróleo y del gas. Y es que las élites, en conminacion con las instituciones, arriesgan su capital por un motivo: controlar los recursos, y, de paso, la economía y la política mundial.
Obviamente tampoco se menciona el opio afgano. Obviamente es propagandista, como cualquier otra. Tampoco es una sorpresa que, en demasiadas ocasiones, los personajes más influyentes de EEUU se comportan como auténticos frikis y adictos a la guerra, las drogas, el sexo y el alcohol.
En este sentido, ya me gustaría a mí que algún otro país siguiera el ejemplo de EEUU. España, sin ir más lejos, fue el primer país del mundo que utilizó armas químicas sobre población civil (Guerra del Rif, 1921–1927). Y el problema no es que no se haya rodado ninguna película al respecto… sino que el gobierno español aún no ha reconocido los hechos… ¡100 años después!.
Afganistán es el inmenso colector de Oriente Medio, un país que ha recibido billones de dólares a lo largo de cincuenta años (desde Carter hasta Donald Trump). El resto es ficción.