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Voto de Juan Marey:
8
Drama Danny (James Cagney), es un sencillo camionero de Nueva York que tiene por novia a Peggy (Ann Sheridan), una chica con una gran habilidad para la danza, talento con el cual aspira llegar a triunfar. Danny, para estar a la par con ella, decide entonces dedicarse al boxeo, su talento innato, pero sus sueños empezarán a separarlos. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ciudad de conquista” es un melodrama urbano con unas gotas de cine de gánsteres, otras de cine negro, ingredientes de película de boxeo y toques de musical. Está dirigida por Anatole Litvak, un director procedente de lo que hoy conocemos como Ucrania, y que como muchos directores del viejo continente, realizaron sus mejores trabajos en suelo americano. La lista al respecto sería interminable, baste citar algunos nombres, como Alfred Hitchcok, Billy Wilder, Fritz Lang o Jean Renoir, entre otros muchos. Litvak no tuvo tanta popularidad como esos cuatro, pero firmó un buen puñado de películas de altísima calidad, como la presente, “Ciudad de Conquista”, o títulos tan interesantes como “El cielo y tú”, “Voces de muerte”, “La noche eterna”, “Nido de víboras” o “Anastasia”. Como curiosidad indicar que, aunque no esté en los créditos, durante un periodo la película la rodó Jean Negulesco, director de origen rumano que tendría en Hollywood una trayectoria también muy interesante.

Litvak ofrece una historia caótica (sin que esto en ningún momento sea un defecto, sino todo lo contrario), como la gran ciudad, llena de personajes apasionantes, con emociones intensas y catárticas, como debe ser en todo buen melodrama, con una música que acompaña los sentimientos que afloran "in crescendo", y con unos personajes que tienen ese determinismo trágico que es tan propio del buen cine negro. Litvak se deja influir por el caos de la ciudad para rescatar historias anónimas que cuentan y dan el pulso a las calles y barrios de Nueva York, logra captar el alma de la ciudad, centrándose en la vida íntima de sus personajes anónimos, una vida llena de aventura, desventura, de crueldad, bajos fondos, de sentimientos contradictorios pero también de compañerismo, lealtad, superación y amor…

La película cuenta además con un reparto de lo más interesante y variopinto, capitaneado por un sensacional, como siempre, James Cagney, quien compone un personaje muy querido por el público, ese boxeador que es capaz de sacrificarse por todos antes que por él mismo, un personaje que evoluciona sobre todo físicamente, permitiendo a Cagney el lucirse en más de un aspecto. A su lado Ann Sheridan, haciendo de la chica del “prota”, pero con sueños que van más allá de tener una pareja estable, un personaje quizá demasiado convencional, pero perfectamente interpretado por Sheridan, quien se marca unos cuantos bailes al lado de un actor que por entonces empezaba, Anthony Quinn, quien interpreta a un ser despreciable y egoísta, y que curiosamente, todo lo que tiene que ver con él es solucionado en la película de forma precipitada y sin ninguna explicación. En el grupo de secundarios, varios nombres conocidos, como Ward Bond, que no está acreditado y que aparece sólo en una escena haciendo de policía urbano, Arthur Kennedy, en la que era su primera película como intérprete, dando vida al hermano del protagonista, y Elia Kazan, el grandioso director de films tan inolvidables como 'Al Este del Edén' o 'La Ley del Silencio', dando vida a un amigo de los dos hermanos, una especie de gángster con buenas intenciones, y que por supuesto protagoniza toda la parte de cine negro del film, con un final bastante inesperado, pero lógico. También tenemos al genial Donal Crisp (¿cómo olvidarnos de él en '¡Qué Verde era mi Valle!'?), que da vida a un representante de boxeadores, convirtiéndose en uno de los mejores amigos de nuestro protagonista.

Toda una delicia para los amantes del cine clásico, un film estupendo, que de no ser por algunas escenas resueltas de forma un poco apresurada, estaríamos hablando de una obra maestra, no lo es, pero nos llega y nos llena de sobra.
Juan Marey
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