Tras el buen sabor de boca que me dejó ‘El himno nacional’, continúo esta semana con el segundo episodio de la primera temporada de ‘Black Mirror’, esta vez centrada en la telebasura, los reality shows y el abuso tecnológico.

En esta ocasión, toca una fábula futurista, la de un hombre que vive en un futuro no muy lejano en el que se han deshumanizado las relaciones interpersonales hasta el extremo. Ojo, y tampoco parece un futuro demasiado entretenido y si cercano a ‘Gran Hermano’. Su trabajo consiste en pedalear para generar energía o méritos que aumenten su cuenta corriente… sin que el pobre sepa en qué gastarlos. Necesita una vía de escape que una compañera le otorgará en un encuentro que desatará fatídicas conclusiones.

Si bien el anterior episodio estaba marcado por la sátira pura y dura, este roza por momentos el cine romántico para terminar sacando lo peor de las personas. Pero solo es un amago, pues pronto veremos surgir el verdadero propósito del episodio y no es otro que hacernos reflexionar y lanzarnos una dura crítica a todos y cada uno de nosotros, que vivimos anclados a las pantallas de móviles, ordenadores… y distintas interfaces que quieren mantenernos conectados.

Es como si sus responsables se hubiesen hartado de los seres humanos y llevasen la historia hasta sus consecuencias. Es una lástima que, viendo cómo iba encaminada, el tramo final resulte un tanto decepcionante.

Con todo y con eso, otro capítulo recomendable.

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