Os aconsejo que, para leer esta crítica de manera oportuna, os pongáis esta música de fondo: http://youtu.be/f_bmXeLbr7k

¿Lo habéis hecho? Bien, pues así os metéis de lleno en el mundo de nuestro protagonista, Andrew Neiman, un chico que solo busca triunfar como batería en el mundo de la música y ser recordado. Pronto encontrará un profesor que le hará llegar a límites insospechados. Y aunque la fórmula de ‘Whiplash’ la habéis visto tropecientas veces en el cine, si no os quedáis pegados al asiento de vuestra butaca de cine mientras suceden sus ciento y pico minutos, no sois personas de este mundo.

Os garantizo que si vais a ver ‘Whiplash’ os vais a meter en la piel de nuestro protagonista, vais a acabar exhaustos, vais a permanecer en tensión continua mientras continua el aprendizaje de este chico. No quiero desvelar absolutamente de la trama, pues lo mejor es ir a verla sabiendo solo, y creyendo, que vais a ver una película sobre un chico en el mundo de la música. ‘Whiplash’ es eso y mucho más. ‘Whiplash’ es una auténtica bofetada, un puñetazo en todo el estómago.

Y mira que había buenos candidatos al Oscar a mejor actor de reparto este año y algunos, como Christoph Waltz, que se han quedado fuera un poco inmerecidamente. Da igual, absolutamente igual. Ese apartado este año lleva el nombre y apellidos de J.K. Simmons (juro montar en cólera si no gana). Todos y cada uno de los premios que se ha llevado este año están sobradamente justificados. Simmons es un portento, un auténtico animal dispuesto a despedazarte en cuanto te quedes dormido. Y gracias a él, ‘Whiplash’ es una auténtica maravilla.

Ni se os ocurra perderos una de las mejores películas del año que, justificadamente, está en la carrera final por los Oscars. No me atrevo a decir si ganará porque tiene duros rivales, pero si se lleva el galardón final lo hará con un buen redoble de tambor.

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