No la veas en un día alegre, porque te lo aplastará, pero tampoco la veas en un día triste, porque te hundirá del todo.

Aunque su mensaje sea agridulce, aunque la niña sea un sol, aunque las actuaciones sean buenas (algunas más que otras), esta película aborda ese gran tema que tanto nos angustia a los humanos: la muerte. Y en este caso, la muerte agravada por la enfermedad, el sufrimiento y el hecho de que quien está sufriendo es una niña inocente. Es una cosa que sucede cada día en algún lugar del mundo, ya sea con menos o con más tratamientos, con más o menos dinero, con o sin religión de por medio. Siempre mueren niños y eso nos angustia. Selección natural, mala suerte, azar o voluntad divina: no importa, porque duele de todos modos.

No deja de ser crispante ver cómo hay gente que niega su sufrimiento escudándose en la voluntad de éste o aquel dios. No creo que haya nadie que de verdad dé gracias sinceramente por la enfermedad mortal de su hijo o hija: eso es inhumano. Nadie siente envidia de los que se van, nadie siente que aquello es un privilegio. A la hora de la verdad, todos lloramos, incluyendo a la gente que tiene el tarro comido por una religión. No somos robots.

En cuanto a la película en sí misma, añadiré que es demasiado larga, que se hace agónica (literalmente) y a ratos dan ganas de que pase ya el rato. Pero está bien hecha, no tiene diálogos cutres y es bastante efectiva. ¿Que por qué sé que es efectiva? Porque cuando acabé de verla se me quedó un mal cuerpo impresionante, y al cabo de 10 minutos me encerré a llorar en el lavabo. Pero con desconsuelo, ¿eh? A lágrima viva.

O sea que si ese era el objetivo, lo han logrado.

P.D: no la veas antes de acostarte a dormir. Es demasiado real.

P.D 2: el niño actúa mal. Pero muy mal. La amiga Bego, en cambio, actúa bien. Y Nerea Camacho, a parte de ser muy muy muy guapa, lo hace perfecto.