La fuerza visual del cine del director austriaco se aplica en toda su intensidad en esta conmovedora y emotiva historia. Su calidad cinematográfica innegable le permite a base de planos, secuencias e imágenes, sin necesidad prácticamente de textos, de palabras, no teniendo que recurrir en exceso a primeros planos - recurso facilón en este tipo de relatos - sino utilizando la distancia, dejándonos siempre un sentimiento de cruda frialdad en lo que vemos y dándole un sentido muy aséptico a los hechos.

Hacer cine sobre la vejez, no es reto fácil. En manos de un director de cine brillante, pero muy particular, el resultado es muy satisfactorio. Se huye en todo momento de la sensiblería y del sentimentalismo y se refuerzan y resaltan las ideas del amor realista en sus aspectos más complejo y tortuosos. Por ello no es un filme cómodo para el espectador, todo lo contrario, la inquietud, paradigma del cine del austriaco, esta siempre presente dándole a la cinta un aire reflexivo, opaco, lírico, turbador,… pero desde luego de una gran honestidad.