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Terror Cinco amigos se encuentran en Panamá para una vacaciones. En una fiesta escuchan las historias acerca de una bonita cascada en el interior de la selva y, sin hacer caso a las advertencias, deciden ir a buscarla. En el camino, el grupo descubre que las leyendas sobre el mítico "chupacabras" puede que sean ciertas... (FILMAFFINITY)
1 de julio de 2015
33 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo en dudoso honor de contar la verdadera historia del chupacabras.

De primeras no se llamaba el Chupacabras si no el CHUPAPOLLAS y no atacaba a animales si no a turistas despistados.

El chupapollas era un habitante original de Panamá amante de la naturaleza. Al chupapollas le tocaba los cojones la llegada de turistas todos los veranos, estaba hasta los cojones de sus borracheras nocturnas sus desfases amen de ensuciar su querida selva y la dejaran llena de mierda año tras año lo que le provoco un brote psicótico acojonante.

Harto de toda esa mierda el Chupapollas decidió dedicarse exclusivamente ha descuartizar a los guiris que osaban adentrarse en su territorio. Para ello decidió vivir en la selva, con el tiempo logro mimetizarse en la jungla pero la falta de contacto humano y de sexo le paso factura y se volvió un ser vil y aterrador al que le daba igual meter el churro en carne o en pescado.

Como todos los veranos llegaron los turistas. Esta vez eran 5 Yankys; 3 chuloputas de gimnasio con sonrisa profident y 2 putones de pestañas postizas y las tetas bien puestas.

Como de costumbre estos llegaron para desfasar a tope; borracheras etílicas, vomitonas en la calle, folleteo al aire libre, balconing y por supuesto llenar la preciado selva de mierda pero el chupapollas los rondaba y les maldecía, la noche era su alidada y decidió pasar a la acción, 1 a 1 les fue cazando.

Como no era tonto ataco a las putonas de pestañas postizas, se las llevaba a su cueva para beneficiárselas pensando que eran deliciosas vírgenes pero estaban más usadas que un clínex en plena gripe por lo que les arranca su jodida cabeza de cuajo.

A falta de carne decidió pasar al pescado y los musculitos de Gimnasio pasaron a ser un manjar, les comió primero todo la boca para pasar luego a su especialidad que como su propio nombre indica era chupar las pollas y extraerles todo el yogurt y devolverlos hechos unos maricones para que los demás guiris se lo pensaran dos veces antes de pisar su amada selva.

Esta es la verdadera historia del Chupapollas abalada por el Doctor José “Brote Psicótico” Cabreras.
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