Una verdadera joya, no por la calidad de su guion, ni por lo mas o menos divertidas que sean las peripecias de estos desertores de la Navidad, sino por ver a la gran Jamie Lee Curtis, que tras deslumbrarme y enamorarme con su gracejo y contundente belleza en Entre pillos anda el juego, Un pez llamado Wanda y Mentiras arriesgadas, (las tres películas en las que más bella ha lucido), me ha acabado de ganar para la causa con la naturalidad y la desvergüenza que luce su cuerpo en la madurez, en una época y una industria en la que cualquier contemporánea solo se hubiera atrevido tras múltiples, (y en la mayoría de los casos innecesarias), visitas al puto quirófano. Pues eso…