Estamos ante una de esas películas de terror ochenteras de bajo presupuesto y nivel actoral cuyo argumento a priori es sumamente atractivo para el aficionado a este tipo de películas.

Pues bien, aun reconociendo que la idea de situar la acción en una casa abandonada cuyas inmediaciones están repletas de espantapájaros asesinos a la que han ido a parar una banda de ladrones facinerosos (eso nos cuentan, ya que el modo de comportarse de estos no parece muy cruel) y la correspondiente escabechina que dichos espantapájaros van haciendo con los delincuentes (también hay un par de rehenes, padre e hija, pilotos del avión en el que han huido del atraco), a no ser que por alguna razón en particular el que los sobrenaturales asesinos sean espantapájaros te provoque mucha angustia, estamos ante algo más o menos interesante como curiosidad dado la época de rodaje (esa irrepetible atmósfera de esa irrepetible época en cuanto a terror) y el hecho de que la acción transcurra prácticamente en tiempo real (una noche), pero que en cuanto a poderío y desarrollo de la trama anda más que justita, ya que a pesar de su corta duración llega a hacerse pesada y repetitiva (método de exterminio de los espantapájaros y comportamiento de las víctimas) aun reconociendo que contiene algún que otro hallazgo interesante (ese toque zombie de las víctimas y alguna que otra truculenta escena).