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Voto de mnemea:
10
7,4
1.924
Drama. Romance. Thriller
Un desertor del ejército francés (Jean Gabin), llega a Le Havre -una ciudad permanentemente envuelta en la niebla-, para huir en barco. Conoce a Nelly (Michèle Morgan) en Casa Panamá, un garito del muelle, y simpatizan de inmediato; ella es una joven de 17 años tiranizada por su tutor, Zabel (Michele Simon), un hombre extraño que mantiene tratos con un grupo de jóvenes que juegan a ser mafiosos. Uno de ellos acosa a Nelly, y Jean lo ... [+]
5 de noviembre de 2009
19 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre brumas apareció, con su ropa de soldado, la seriedad en su rostro, buscando un nuevo camino. Confirmó que no le interesaba hablar mucho y se fumó un cigarro. Por salvarle la vida a quien se iba a convertir en un fiel amigo, un despierto perro callejero, me regala una inolvidable reflexión, sobre ese disparo que arrebata vidas ante algo que parece un simple juego de niños. Su mirada dice tanto como su personal voz y lo que no estaba dispuesta a aceptar tan fácilmente esta vez, me fue arrebatado en un instante. Entregaba toda mi atención y admiración al desertor. Ya no existía ninguna barrera entre nosotros.
Los placeres de la pobreza los representa la casa de Panamá, un viejo y austero local cerca del muelle donde cualquier alma perdida o arrojada es bien recibida si sólo necesita de su propia compañía. Allí estaba ella, esos preciosos ojos luminosos que atravesaban la ventana de la cocina del local. Donde él pudo alimentarse y deleitarse de esa bonita presencia. Mientras masticaba le hablaba con su propia rudeza del amor, del distinto lenguaje de hombres y mujeres... de la estimable falta de esos sentimientos. La miraba, le decía que como en el cine, la contemplaba y le gustaba, se enamoraba.
Ante un sobresalto protagonizado por un tosco y horrible hombre parece que ambos se pueden comprender, pueden disfrutar de unas horas de compañía, dos soledades unidas en un muelle oscuro, nocturno, difuminado en el horizonte. Esta joven dama, que no conoce el amor, el verdadero calor humano, junto al hombre que olvidó amar, olvidó su propio respeto.
No están solos en esta historia, no mientras el mundo siga siendo una bruma de hostilidad y soledades compartidas. Pues un pintor decidió que su vida en manos de otra persona sería tan valiosa como ese dibujo que nunca muestra la realidad en manos del autor pero fascina al visitante que lo descubre. Unos jóvenes con agallas como nombre pero sin valentía frente a la verdad, que persiguen un crimen. Un ogro que subsiste con su rancia voz y peculiar aspecto como lobo que se alimenta de la caperucita que representa Nelly. Todos ocultan un rastro, lo que parecen y lo que no son.
Un muchacho humillado por el desertor, abofeteado hasta que sus lágrimas se escapan por la ridícula situación que protagoniza... por qué olvidar a este joven.
Un barco, a punto de zarpar, una oportunidad para una nueva vida, lejos, muy lejos de ese lugar de paso, como el pintor que pinta ahogados cuando ve nadadores, ante el marinero que piensa en arte sin importar el motivo dibujado.
Un hombre, lejos de ser alguien, puede estremecer mi razón, mi alma, al abrazar con fuerza a esa muchacha, al amarla una y otra vez en una oscura noche, en un hotel cualquiera,
Los placeres de la pobreza los representa la casa de Panamá, un viejo y austero local cerca del muelle donde cualquier alma perdida o arrojada es bien recibida si sólo necesita de su propia compañía. Allí estaba ella, esos preciosos ojos luminosos que atravesaban la ventana de la cocina del local. Donde él pudo alimentarse y deleitarse de esa bonita presencia. Mientras masticaba le hablaba con su propia rudeza del amor, del distinto lenguaje de hombres y mujeres... de la estimable falta de esos sentimientos. La miraba, le decía que como en el cine, la contemplaba y le gustaba, se enamoraba.
Ante un sobresalto protagonizado por un tosco y horrible hombre parece que ambos se pueden comprender, pueden disfrutar de unas horas de compañía, dos soledades unidas en un muelle oscuro, nocturno, difuminado en el horizonte. Esta joven dama, que no conoce el amor, el verdadero calor humano, junto al hombre que olvidó amar, olvidó su propio respeto.
No están solos en esta historia, no mientras el mundo siga siendo una bruma de hostilidad y soledades compartidas. Pues un pintor decidió que su vida en manos de otra persona sería tan valiosa como ese dibujo que nunca muestra la realidad en manos del autor pero fascina al visitante que lo descubre. Unos jóvenes con agallas como nombre pero sin valentía frente a la verdad, que persiguen un crimen. Un ogro que subsiste con su rancia voz y peculiar aspecto como lobo que se alimenta de la caperucita que representa Nelly. Todos ocultan un rastro, lo que parecen y lo que no son.
Un muchacho humillado por el desertor, abofeteado hasta que sus lágrimas se escapan por la ridícula situación que protagoniza... por qué olvidar a este joven.
Un barco, a punto de zarpar, una oportunidad para una nueva vida, lejos, muy lejos de ese lugar de paso, como el pintor que pinta ahogados cuando ve nadadores, ante el marinero que piensa en arte sin importar el motivo dibujado.
Un hombre, lejos de ser alguien, puede estremecer mi razón, mi alma, al abrazar con fuerza a esa muchacha, al amarla una y otra vez en una oscura noche, en un hotel cualquiera,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
donde se descubre que las personas pueden comprender en el más bello de los actos que nos asolan, la compañía, el calor, la mirada mutua, el afecto que siempre les acompañará con un amanecer que se convertirá en el primer día del resto de su existencia. Pues los besos más apasionados son los que han decidido compartir en esos íntimos momentos, que hipnotizaban sin solución.
Pero todo, hasta la mañana más dichosa de una prolongada vida se puede truncar en un súbito desencuentro. La muerte... el asesino... el lobo.
Ese lobo que se muestra tan traidor como imaginábamos. Que duele, que se torna un odioso ser que convierte su amor en despecho, su joven ahijada es su pequeña pasión y él reconoce su fealdad como algo superficial, diciendo que ama como Romeo con el aspecto de un Barba Azul, cuando su fealdad se enraíza en su interior, en su más profundo yo, en lo que se percibe, en lo que el perro que nunca recibió un nombre pudo oler y ladrar.
El soldado debe huir a una nueva existencia, empezar de cero lo llaman algunos, pero en muy poco tiempo pudo recibir de esa niña más de lo que nunca creyó necesitar... una vez más... un último adiós... que sirve para salvarla de su ogro particular, que les permite aceptar una promesa, pensar en el día en el que todo tenga solución, en una próxima unión de almas perdidas que se reencuentran.
Pero cruel destino, ¿por qué disparaste de nuevo a matar? ¿por qué él, a quien ya había aprendido a amar? ¿por qué nos arrebataste lo que tanto nos costó encontrar? Las lágrimas se funden en este repentino adiós, las mías, las de ellos, almas de naufragio, separadas por el ego, el infortunio, el dolor.
No hay nada más peligroso que un hombre sin nada que perder, nada por lo que vivir y nada que probar.
Duele, mucho, pero nuestro desertor así se nos presentó, aunque un punto de luz encontró en el desierto camino que le guiaba por ese brumoso muelle, la muerte le esperaba como siempre, sin avisar. Otra vez la soledad.
Tanto me queda por decir de la película, pero prometí retenerla en mi mente hasta que a cambio de unos minutos de atención juntos la encontráramos como otro maravilloso recuerdo, nuestro, para nosotros, para nadie más.
Aquí la retengo conmigo para siempre aunque eso sea muy lejano, por toda una vida guardaré el secreto de amar a Jean Gabin, del nombre que le puse al perro, de la escena que más vibró en mi interior, de la frase que dijo con la que el témpano de hielo se deshizo en un instante...
Las crueles musas se alejaron sin destino fijo, no sabía dónde encontrarlas, pensé que se fueron detrás de ti, aunque no lo dijera, al contemplar mis frases escritas sin final, palabras perdidas por un precipicio. Sólo se escondían entre brumas, ahora una a una las voy atrapando, porque las necesitaba. Las lágrimas son el reclamo, al que ellas acuden poco a poco, en silencio. Tal vez sepan que es dura la soledad, y que una pequeña atención, una noche...
... todavía no conozco el final.
Pero todo, hasta la mañana más dichosa de una prolongada vida se puede truncar en un súbito desencuentro. La muerte... el asesino... el lobo.
Ese lobo que se muestra tan traidor como imaginábamos. Que duele, que se torna un odioso ser que convierte su amor en despecho, su joven ahijada es su pequeña pasión y él reconoce su fealdad como algo superficial, diciendo que ama como Romeo con el aspecto de un Barba Azul, cuando su fealdad se enraíza en su interior, en su más profundo yo, en lo que se percibe, en lo que el perro que nunca recibió un nombre pudo oler y ladrar.
El soldado debe huir a una nueva existencia, empezar de cero lo llaman algunos, pero en muy poco tiempo pudo recibir de esa niña más de lo que nunca creyó necesitar... una vez más... un último adiós... que sirve para salvarla de su ogro particular, que les permite aceptar una promesa, pensar en el día en el que todo tenga solución, en una próxima unión de almas perdidas que se reencuentran.
Pero cruel destino, ¿por qué disparaste de nuevo a matar? ¿por qué él, a quien ya había aprendido a amar? ¿por qué nos arrebataste lo que tanto nos costó encontrar? Las lágrimas se funden en este repentino adiós, las mías, las de ellos, almas de naufragio, separadas por el ego, el infortunio, el dolor.
No hay nada más peligroso que un hombre sin nada que perder, nada por lo que vivir y nada que probar.
Duele, mucho, pero nuestro desertor así se nos presentó, aunque un punto de luz encontró en el desierto camino que le guiaba por ese brumoso muelle, la muerte le esperaba como siempre, sin avisar. Otra vez la soledad.
Tanto me queda por decir de la película, pero prometí retenerla en mi mente hasta que a cambio de unos minutos de atención juntos la encontráramos como otro maravilloso recuerdo, nuestro, para nosotros, para nadie más.
Aquí la retengo conmigo para siempre aunque eso sea muy lejano, por toda una vida guardaré el secreto de amar a Jean Gabin, del nombre que le puse al perro, de la escena que más vibró en mi interior, de la frase que dijo con la que el témpano de hielo se deshizo en un instante...
Las crueles musas se alejaron sin destino fijo, no sabía dónde encontrarlas, pensé que se fueron detrás de ti, aunque no lo dijera, al contemplar mis frases escritas sin final, palabras perdidas por un precipicio. Sólo se escondían entre brumas, ahora una a una las voy atrapando, porque las necesitaba. Las lágrimas son el reclamo, al que ellas acuden poco a poco, en silencio. Tal vez sepan que es dura la soledad, y que una pequeña atención, una noche...
... todavía no conozco el final.